
Publicado: abril 22, 2025
En medio de los homenajes y el duelo global por su fallecimiento, se conoció uno de los documentos más íntimos y reveladores del papa Francisco: su testamento. En él, el líder de la Iglesia católica no dejó disposiciones sobre riquezas ni poder, sino una clara muestra de humildad y devoción mariana: solicitó ser enterrado sin lujos, en una tumba austera, y con una inscripción mínima que simplemente diga: “Francisco”.
El papa, cuyo nombre de pila era Jorge Mario Bergoglio, dejó por escrito que deseaba que sus restos reposaran en la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma. Este santuario no fue escogido al azar; Francisco lo visitaba con frecuencia antes y después de cada viaje apostólico. Según sus propias palabras, allí encomendaba sus misiones y agradecía a la Virgen por su guía maternal. Por eso, pidió que su “último viaje terrenal” también terminara ahí.
El documento testamentario revela que el papa tenía claro desde hace tiempo que su vida llegaba a su fin: “Siento que se acerca el ocaso de mi vida terrena y, con viva esperanza en la vida eterna, deseo expresar mi voluntad”, escribió. También dejó especificado el lugar exacto donde deseaba ser sepultado: en el pasillo entre la Capilla Paulina (donde se encuentra el ícono mariano de la Salus Populi Romani) y la Capilla Sforza.
Otro detalle que llamó la atención fue su decisión de no cargar al Vaticano con los gastos de su sepultura. Indicó que dejaría una suma previamente dispuesta para cubrir todo lo necesario, la cual sería transferida directamente a la administración de la basílica, bajo la supervisión del arzobispo Rolandas Makrickas.
Francisco fue fiel a su estilo hasta el final: austero, cercano al pueblo y con los pies en la tierra. Lo reafirmó incluso en su última aparición pública, durante una breve entrevista a las afueras de la cárcel de Regina Coeli, en Roma, el pasado Jueves Santo. Allí, ante los periodistas, respondió con humor sobre su estado de salud: “Me siento… sentado”. Y luego, en un gesto de empatía con los reclusos, lanzó una reflexión que caló hondo: “Cada vez que visito este lugar me pregunto, ¿por qué ellos y no yo?”.
En esa misma conversación, al hablar sobre cómo vivía las Pascuas tras su prolongada hospitalización por neumonía, soltó una frase cargada de humanidad y sencillez: “Las vivo como puedo”.
Con este último acto de humildad, el papa Francisco no solo dejó un legado espiritual profundo, sino que también se despidió reafirmando sus valores: la fe en María, la cercanía con los más vulnerables, y una vida sin ostentaciones.