Es difícil no sentir una profunda indignación al ver cómo el Presidente de la República, Rodrigo Chaves, continúa deteriorando la dignidad del cargo que ostenta. El gesto obsceno que realizó en una actividad pública para atacar a quienes denuncian irregularidades en la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) es otro ejemplo más de su estilo confrontativo, vulgar y lamentablemente recurrente.
El papel de un mandatario es liderar con el ejemplo, demostrar que el respeto y el diálogo son la base para construir un país más justo y democrático. Sin embargo, cada semana nos enfrentamos a expresiones y actitudes que van en contra de esos principios. La agresividad y los gestos ofensivos de Chaves no solo dañan la imagen de la Presidencia, sino que también envían un mensaje preocupante: en Costa Rica, el debate político se ha reducido a insultos y groserías.
Este último incidente no es aislado. Desde el inicio de su mandato, el presidente ha demostrado un desprecio por la crítica y una falta de tolerancia a la oposición. Ante cualquier cuestionamiento, responde con ataques personales, burlas o gestos inadecuados, olvidando que su rol es representar a todos los costarricenses, no solo a quienes lo apoyan.
La situación de la CCSS, una institución clave para el bienestar de nuestro país, es alarmante. Las denuncias de irregularidades deberían ser motivo de análisis profundo, de búsqueda de soluciones. Pero en lugar de abordar los problemas con seriedad, Chaves se dedica a desacreditar a quienes exponen la verdad, utilizando un lenguaje que banaliza temas de suma importancia.
Costa Rica se encuentra en una encrucijada. Necesitamos líderes que estén a la altura de los retos, que enfrenten las dificultades con integridad y que comprendan que el respeto mutuo es la base de una sociedad democrática. Los gestos obscenos y las actitudes vulgares no tienen cabida en la política, menos aún en el más alto cargo de nuestra nación.
Es momento de exigir más de nuestros líderes. No podemos normalizar estos comportamientos, no podemos seguir aceptando que el espectáculo sustituya al debate, ni que la vulgaridad reemplace la visión de país. Costa Rica merece un presidente que respete su investidura y que entienda que liderar no es sinónimo de avasallar, sino de inspirar.
Rodrigo Chaves parece haber olvidado que su mandato es temporal, pero el daño que hace a la institucionalidad puede ser duradero. La ciudadanía tiene la responsabilidad de no callar ante estos atropellos y de recordar que la política debe estar al servicio del pueblo, no del ego de quienes la ejercen.
Hoy, más que nunca, debemos defender los valores que han hecho de Costa Rica una democracia respetada. No permitamos que los insultos y las obscenidades desvíen la atención de los temas que realmente importan. Al final, somos los ciudadanos quienes tenemos el poder de exigir un cambio.
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