Lágrimas, gritos de aliento y agradecimiento. Los uruguayos comenzaron a despedir este miércoles a José “Pepe” Mujica, el exguerrillero que llegó a presidente de su país y se convirtió en referente de la izquierda latinoamericana, fallecido a los 89 años.
Cultor de un estilo de vida austero, acorde a su discurso anticonsumista, Mujica cumplió con su voluntad al morir el martes en su modesta casa de la periferia de Montevideo acompañado por su esposa y exvicepresidenta uruguaya, Lucía Topolansky. Le habían diagnosticado cáncer de esófago un año atrás.
El presidente uruguayo Yamandú Orsi, su delfín y quien anunció su fallecimiento el martes, encabezó junto a Topolansky el cortejo fúnebre que partió de la sede de la Presidencia y unas tres horas después llegó al Palacio Legislativo.
Apostados a ambos lados de la avenida 18 de julio, la principal de Montevideo, los uruguayos se agolparon para despedir a su líder al paso del ataúd colocado sobre una cureña fúnebre tirada por caballos. “¡Gracias, Pepe!”, gritaban algunos de los presentes. Otros lloraban.
Mujica representa “la lucha, la resiliencia, el salir adelante para ayudar a los más necesitados”, dijo entre lágrimas a la AFP Solana Lozano, una médica de 46 años que se acercó junto a su madre y su hija al paso del cortejo.
Por la tarde se llevará cabo el velatorio público en el Salón de los Pasos Perdidos del Parlamento. El gobierno decretó tres días de duelo oficial.
Despedir a un “referente”
Banderas uruguayas y de la izquierda local ondeaban en las calles de Montevideo. Los militantes recordaban el legado de “Pepe”, su lugar de referente para la izquierda y su lucha por los más necesitados.
“Fue un hombre que dedicó su vida a la causa de los pobres, como decía (Eduardo) Galeano (escritor uruguayo fallecido en 2015, ndlr) puso el norte aquí en el sur. Nos mostró al mundo y este pequeñito país fue una vez más visto y reconocido”, reflexionó Mauro de los Reyes, de 50 años.
Este docente junto a decenas de militantes se apostaron temprano a las puertas de la sede del gobernante Frente Amplio, adonde se acercó Topolansky.
La esposa de Mujica, de 80 años, demostró la misma fortaleza con la que lo acompañó en los últimos días. Fue ella quien anunció que transitaba la fase final del cáncer.
Al son de “A don José”, un clásico de la música folclórica uruguaya identificada con la izquierda, el paso de la cureña fúnebre despertó una catarata de aplausos y gritos.
En las redes sociales, se extendieron los homenajes y la frase “Gracias Pepe” era tendencia.
Fuera de Uruguay, la partida del “presidente más pobre del mundo”, como solían definirlo en titulares internacionales, desató una ola de mensajes de líderes latinoamericanos y referentes de la izquierda internacional.
El presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, su gran amigo y aliado regional, resaltó “su grandeza humana”.
“La sabiduría de sus palabras formó un verdadero canto de unidad y fraternidad para América Latina”, escribió el mandatario brasileño desde Pekín, donde culmina una visita de Estado.
Lula anunció que viajará a la capital uruguaya para despedirlo.
Del otro lado del océano, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, destacó que el uruguayo creyó en “un mundo mejor”.
Fuera de guión
En su mandato (2010-2015), el exguerrillero se caracterizó por romper los esquemas de sus predecesores.
A su discurso llano, estilo campechano y alejado del protocolo, el izquierdista sumó durante sus años de presidente reformas y decisiones que marcaron al país de 3,4 millones de habitantes.
La más novedosa fue el impulso que dio a la legalización de la marihuana con un inédito plan que puso al Estado a manejar desde la producción hasta la comercialización el cannabis.
También tomó otras decisiones polémicas como recibir presos de Guantánamo, a pedido de Estados Unidos, y a refugiados sirios.
Ese espíritu contra lo establecido lo llevó en su juventud a ser uno de los líderes de la guerrilla urbana Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) y soportar a manos de la dictadura 13 años de prisión en condiciones infrahumanas.
Mujica militó hasta sus últimos días en pro de la izquierda, sin descuidar jamás la defensa a ultranza de la unidad latinoamericana.