A lo largo de las últimas décadas, Japón ha izado la bandera a favor del desarrollo económico, la paz global y las alianzas intercontinentales en pro de la seguridad nacional y regional, a pesar de estar geográficamente ubicado en un territorio marcado por conflictos militares.
Sin embargo, esa visión pacifista le ha permitido unir lazos con una nación como Costa Rica, que abolió su ejército en 1948. En esa línea, los japoneses aspiran a que, en el largo plazo, pueda abolirse también la proliferación de armamento nuclear, que tensa la cuerda que sostiene la paz global.
Así lo manifestó Ayako Kusunoki, profesora del International Research Center for Japanese Studies, experta en temas de seguridad, quien visitó la Universidad Nacional (UNA) para impartir la conferencia Japan: Security Interest and Challenges in the XXI Century. La actividad se llevó a cabo el 23 de octubre en el auditorio Clodomiro Picado Twight, del Campus Omar Dengo y fue posible en el marco de la cátedra JICA de la Escuela de Relaciones Internacionales (ERI).
Abolir la expansión nuclear es una aspiración ambiciosa en el presente. Aunque está vigente un Tratado Internacional de No Proliferación Nuclear, que restringe estos desarrollos de manera indiscriminada, países cono Corea del Norte y Pakistán han realizado pruebas nucleares, al tiempo que existen indicios de que Irán sigue el curso de un programa de enriquecimiento de uranio.
La seguridad se ha convertido en un tema crucial en la región Asia-Pacífico. En días recientes, Corea del Norte disparó un misil balístico con dirección hacia el mar de Japón, lo que acrecienta las tensiones en la zona. A esta situación se suma el conflicto en Ucrania, a raíz de la invasión rusa, y cuyo fin no se visualiza a corto plazo.
“Japón se encuentra inserto en una zona geopolítica regional que se caracteriza por crecientes tensiones entre potencias y una serie de liderazgos globales y regionales que tiene visiones diversas e incluso revisionistas sobre el orden internacional. Para nosotros, como academia, se trata de un espacio valioso para escuchar de primera mano”, destacó Marco Vinicio Méndez, director de la ERI.
Bajo este contexto, Kusunoki reconoció, ante estudiantes de relaciones internacionales y docentes que estaban en el auditorio, que Japón vive momentos decisivos que requieren mayores esfuerzos para fortalecer la defensa de esta nación insular y, al mismo tiempo, estrechar lazos de cooperación y ampliarlos con países vecinos como India o Australia.
Un socio estratégico en materia de seguridad después de la Segunda Guerra Mundial ha sido Estados Unidos, que posee bases militares activas en territorio japonés.
La profesora Ayako Kusunoki, repasó, durante casi una hora, la tradición y la estrategia en materia de defensa y seguridad que ha marcado el camino de Japón en el último siglo y la visión de desarrollo que han impulsado sus dirigentes.
“No poseer, no producir, no introducir”
Luego del tratado de seguridad firmado entre Estados Unidos y Japón en 1951, el país asiático comenzó a reconfigurar su estrategia de desarrollo. “Tenemos fuerzas de autodefensa en Japón, pero no las llamamos militares. Y también están restringidas en una escala muy pequeña, lo que nos permitió que uno de nuestros principios básicos fuera el desarrollo económico”, expuso Kusunoki.
En el entorno de una Guerra Fría, que enfrentó al mundo occidental y oriental, Japón no perdió su norte y dos acontecimientos esenciales como lo fueron los Juegos Olímpicos de Tokio, en 1964, y la Exposición general de primera categoría (Expo Osaka), en 1970, fueron el trampolín para el auge económico y financiero japonés.
Ambos eventos permitieron a los japoneses posicionarse en la escena internacional como un actor cooperante a nivel internacional en materia de atención de desastres y otras emergencias o en zonas de conflicto en fronteras de países catalogados como comunistas.
“Entones el objetivo era utilizar el poderío económico para contribuir a la paz y la seguridad globales y no a través de medidas militares”, indicó la experta, lo que dio pie a que el primer ministro, Eisaku Sato (1964-1972), fuera galardonado, en 1974, con el Premio Nobel de la Paz.
Su lucha se destacó por aprobar los tres principios no nucleares de Japón: no poseer armas nucleares, no producirlas y no introducirlas en este territorio, que ha guiado la política de seguridad desde la segunda mitad del siglo XX.
Finalizada la Guerra Fría, tanto Estados Unidos como Japón consideraron conveniente mantener la alianza de cara al nuevo siglo XXI. Esa necesidad se vio fundamentada con el avance de las células terroristas, los ataques a las Torres Gemelas, la escalada armamentista en diversas regiones y hasta las amenazas militares del mundo contemporáneo.
De acuerdo con Ayako Kusunoki, Japón ha optado por solidificar sus alianzas con otras naciones aliadas y promover una política de apertura comercial en el Indo-Pacífico, en búsqueda de lo que catalogan como “el nuevo equilibrio”.
Para el rector de la UNA, Francisco González, es fundamental que estas visiones históricas acerca del desarrollo y el desarme se conozcan de primera mano en el país. “Aprender de las experiencias de un Estado hermano como el japonés es fundamental. A pesar de las diferencias geográficas y hasta culturales, las visiones comunes en estos temas nos han acercado y nos han permitido construir una sólida relación”.
Estos lazos fueron resaltados por Satoshi Yoshida, representante residente de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA), cuya relación con Costa Rica inició en 1974. “Estas conferencias son parte de los esfuerzos por promover el estudio y la investigación sobre las experiencias de desarrollo de Japón en las diferentes áreas”. Durante la actividad también estuvo presente el embajador de Japón en Costa Rica, Ariyoshi Katsuhide.
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UNA