
Publicado: abril 20, 2025
Lo que debía ser una representación solemne y conmovedora de la pasión de Cristo terminó convirtiéndose en un momento viral que divide opiniones. Durante una procesión de Semana Santa en algún punto de Latinoamérica —el lugar exacto no ha sido confirmado— un actor que personificaba a Jesús no logró contenerse ante las burlas y acabó reaccionando con una patada que recorrió las redes sociales a velocidad de crucifixión digital.
En el video que ha causado revuelo, se observa al joven actor cargando la cruz como parte del tradicional viacrucis, mientras un grupo de muchachos lo sigue de cerca y, entre risas y falta de respeto, incluso se cuelgan de la base de la pesada estructura de madera.
El aparente acoso terminó por colmar la paciencia del intérprete, quien dejó caer la cruz y, sin previo aviso, lanzó una patada voladora contra uno de los jóvenes que lo molestaban. Tras el incidente, el actor retomó la cruz y volvió a incorporarse a la procesión como si nada hubiese pasado. Pero para entonces, el hecho ya había sido captado en video y compartido masivamente.
Los comentarios en redes sociales no se hicieron esperar. Algunos usuarios se lo tomaron con humor: “Esa es la verdadera pasión, en todo el sentido de la palabra”, dijo uno. Otros no fueron tan indulgentes: “Eso no es parte del libreto bíblico”, “Más bien parecía Judas, no Jesús”, escribieron con ironía.
La escena ha abierto un debate curioso: ¿hasta qué punto debe un actor tolerar la provocación cuando está en un rol público? ¿Y qué tanto respeto se está perdiendo por las tradiciones religiosas en contextos modernos, donde todo se graba y se viraliza?
Aunque muchos lo ven como una anécdota graciosa, lo cierto es que este episodio revela una creciente falta de solemnidad en actos religiosos y una presión creciente sobre quienes los protagonizan. Las procesiones, que antes eran espacios de reflexión y devoción, se enfrentan hoy a un escenario donde la cámara del celular manda y cualquier descuido puede convertirse en “trending topic”.
Sea cual sea el juicio sobre el “Jesús que patea”, lo cierto es que esta Semana Santa dejó más que incienso y rezos: nos recordó que incluso los más santos en escena son, al final, humanos.