Han pasado más de 30 años desde el atentado terrorista contra el edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), sede de la comunidad judía de Buenos Aires.
La bomba detonada allí el 18 de julio de 1994 causó la muerte de 85 personas y heridas a más de 300. Fue el atentado terrorista más mortífero en la historia de Argentina.
Las autoridades han asumido durante mucho tiempo que Irán ordenó el ataque y que lo perpetró la organización libanesa chiita Hezbolá, clasificada como organización terrorista por Estados Unidos, Alemania y varios estados árabes sunitas.
Pero, hasta el momento, nadie ha sido llevado ante la justicia. Esto está a punto de cambiar: como informó la agencia de noticias “Reuters” hace unos días, el juez federal Daniel Rafecas decidió iniciar los procedimientos correspondientes.
Al igual que muchos otros países latinoamericanos, Argentina tiene una fuerte conexión histórica con Israel, afirma Raanan Rein, profesor de historia latinoamericana y española y ex vicerrector de la Universidad de Tel Aviv.
Esto ya se evidenció en 1947, con el plan de partición de Palestina, que condujo a la fundación de Israel seis meses después, en mayo de 1948. “Sin los votos de varios países latinoamericanos, las Naciones Unidas no habrían aprobado el plan de partición”, comenta Rein, en entrevista con DW. Hasta ese momento, Argentina se abstuvo. Pero después, el país buscó de inmediato impulsar buenas relaciones y envió rápidamente un embajador a Israel, concretamente en 1949.
El juicio actual en torno al atentado contra la AMIA también puede interpretarse a la luz de esta relación, sostiene Rein. El experto alude al presidente del país, Javier Milei, quien mantiene estrechos vínculos tanto con Israel como con el judaísmo.
Esto se debe también a razones demográficas: según el periódico La Nación, en 2020, vivían alrededor de 244.000 argentinos de fe judía solo en Buenos Aires. Esto convierte a la capital argentina en la segunda ciudad judía más grande del mundo, después de Nueva York.
Milei ha expresado muchas veces su apoyo a las comunidades judías en Buenos Aires. Así, en el 30.º aniversario del atentado contra AMIA, declaró su apoyo por el inicio del juicio contra los atacantes. “Hoy hemos decidido alzar la voz y no callar”.
Esta cercanía también es evidente en la política exterior. Cuando Milei visitó Israel en junio de este año, expresó su aprobación a las acciones de este país contra Hamás, confirmó un memorando sobre la lucha contra el terrorismo y el antisemitismo, y anunció que la embajada argentina se trasladaría de Tel Aviv a Jerusalén en 2026.
El papel de los líderes políticos
En general, los líderes políticos de América Latina establecen prioridades sólidas, afirma la especialista en Relaciones Internacionales, Marta Tawil Kuri, de El Colegio de México. “En los sistemas políticos de prácticamente todos los países latinoamericanos y del Caribe, el poder ejecutivo, esto es, el presidente, predomina en la toma de decisiones en política exterior”, explica la investigadora, quien estudia la política exterior de México y otros países de Latinoamérica hacia Medio Oriente.
¨Por un lado, los rasgos de personalidad y las preferencias individuales de los presidentes contribuyen a establecer el tono y el contenido de la política de sus países respecto a Gaza y Palestina”.
Al mismo tiempo, sin embargo, existen numerosos factores políticos, económicos y demográficos internos que influyen en la postura y el rumbo de los países latinoamericanos con respecto a Israel, y de maneras muy diferentes.
México, con Estados Unidos en la mente
Hay algo más importante para la política de México en Oriente Medio, afirma Tawil Kuri: su relación con Estados Unidos. “Así, por un lado, México ha condenado sistemáticamente las violaciones del derecho internacional por parte de Israel en Palestina desde 1967. Por otro lado, en momentos de crisis aguda y guerra, se hace invisible, se esconde detrás de la neutralidad”, sostiene la especialista.
La actual presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, también sigue este camino, aunque, a primera vista, parezca distanciarse de la reserva de sus predecesores. Por ejemplo, en marzo de 2025, aceptó oficialmente las credenciales de la embajadora del Estado de Palestina (reconocido por 139 Estados miembros de la ONU, pero no considerado plenamente soberano), un acto en el que contó con el apoyo de su electorado, mayoritariamente liberal de izquierda.
Sheinbaum, sin embargo, afirmó que la ceremonia no representó un reconocimiento unilateral y formal. Además, reconoce explícitamente el derecho de Israel a existir. “El reconocimiento de ambos Estados surge de la necesidad de encontrar una salida pacífica a la crisis”, declaró, según ABC7. También condena los ataques de Hamás e Israel. De esta manera, se mantiene fiel al principio mexicano de no injerencia en política exterior.
El papel de las diásporas
Otro elemento a tomarse en cuenta en el caso mexicano y otros, es el peso de las diásporas, cuya influencia debe considerarse siempre en relación con las situaciones políticas, económicas y sociales.
Marta Tawil Kuri señala al presidente de El Salvador, Nayib Bukele. Por ejemplo, el 9 de octubre de 2023, dos días después del ataque contra Israel, Bukele, quien tiene orígenes palestinos, criticó fuertemente a Hamás. Esta actitud sin duda responde al propósito político de obtener legitimidad internacional para sus controvertidas políticas contra las pandillas en El Salvador y el giro autoritario de su régimen.
En México, la diáspora de Oriente Medio procedente de la antigua provincia otomana de la Gran Siria está compuesta principalmente por descendientes de inmigrantes libaneses, unos 500.000, la gran mayoría de fe cristiana.
La escasa preocupación de esta comunidad diaspórica por los asuntos árabes y palestinos se explica en gran medida por su reivindicación de una identidad étnica distinta, así como por su condición de miembros de la clase alta. Además, las divisiones dentro de la comunidad árabe contrastan con la unidad de la mayor parte de la diáspora judía latinoamericana.
“Hay alrededor de sesenta y siete mil judíos mexicanos, y aunque no hablan con una sola voz, quienes se manifiestan abiertamente a favor de Israel están muy bien organizados”, dice Tawil Kuri. “Su impacto en el posicionamiento de los gobiernos mexicanos en la cuestión palestino-israelí se asocia principalmente con la extrema dependencia de México de Estados Unidos.”
Críticas desde la izquierda radical
Otros estados, como Nicaragua, con un gobierno autocrático, han emitido duras críticas, a veces polémicas, contra las acciones de Israel. El parlamento nicaragüense aprobó una resolución acusando al gobierno israelí de “genocidio” contra los palestinos.
Nicaragua también rompió sus relaciones con Israel. Esto coloca al país al frente de varios Estados que también han adoptado una postura crítica hacia Israel, como Venezuela, Cuba y Bolivia. Los tres están gobernados por regímenes de izquierda y, en el caso de Cuba y Venezuela, son autoritarios.