Publicado: diciembre 27, 2024
Lo que debía ser una fiesta deportiva se transformó en un escenario de caos y violencia en el estadio Alejandro Morera Soto, tras la consagración de Herediano como campeón del torneo Apertura 2024. La final, que culminó con un marcador global de 3-2 a favor del Team, fue opacada por disturbios que dejaron un sabor amargo en el fútbol costarricense.
La violencia comenzó en el banquillo
Tras el pitazo final, que selló la victoria florense, los ánimos se desbordaron. El conflicto habría comenzado en el banquillo de Alajuelense, donde los desacuerdos se transformaron en una confrontación directa. Jugadores como Marcel Hernández fueron protagonistas de los enfrentamientos, involucrándose en empujones y golpes con integrantes del cuerpo técnico rojinegro.
La situación no tardó en salirse de control, y los aficionados presentes también se vieron arrastrados al caos. En un video que circula ampliamente en redes sociales, se escucha a los hinchas rojinegros gritar “¡Lo mató, lo mató!”, mientras un hombre permanece inconsciente en las graderías, reflejando la gravedad de los incidentes.
De momento el aficionado se informa que ha sido trasladado en condición crítica con una fractura en el cráneo. Fue primero trasladado al Hospital de Alajuela y posteriormente al Hospital México en condición roja. De momento hay 10 detenidos.
Reacciones ante los hechos
La dirigencia de Alajuelense expresó su rechazo total a los actos de violencia y anunció que colaborará con las autoridades para identificar a los responsables. Por su parte, Unafut calificó lo ocurrido como “inaceptable” y anunció que analizará medidas disciplinarias para evitar que se repitan este tipo de incidentes.
“Esto va más allá del fútbol. Es una oportunidad para reflexionar y buscar mecanismos efectivos que aseguren que el deporte sea un espacio de unión, no de confrontación”, declaró un portavoz de la organización.
Un desenlace que deja lecciones pendientes
Herediano celebra su título número 30, pero el ambiente de tensión y descontrol eclipsó lo que debería haber sido una celebración histórica. Mientras tanto, el fútbol costarricense queda con la tarea urgente de reforzar la seguridad y promover el respeto entre aficionados, jugadores y cuerpos técnicos.
El fútbol, como símbolo de pasión y unidad, no debe convertirse en un escenario de violencia. Lo sucedido en el Morera Soto debe servir como una llamada de atención para proteger el espíritu del deporte.