Lo que parecía un tranquilo pueblo estadounidense terminó siendo escenario de uno de los casos más desconcertantes de los últimos años. En Beal City, Michigan, una adolescente de 14 años empezó a recibir mensajes anónimos cargados de insultos, amenazas y presión psicológica. Durante meses, ni sus padres, ni la escuela, ni la policía lograban dar con el responsable.
El acoso digital era tan intenso que la joven recibía hasta 50 mensajes diarios. La situación generó alarma entre docentes, compañeros y padres de familia. Incluso la madre de la víctima, Kendra Licari, participaba activamente en reuniones escolares para buscar respuestas, sin que nadie sospechara que ella misma era la autora de los textos.
Una investigación que parecía sin salida
La policía local intentó rastrear el origen de los mensajes, pero el agresor utilizaba números falsos y herramientas tecnológicas para ocultarse. Ante la complejidad, el sheriff del condado pidió apoyo al FBI. Fue recién entonces que los expertos federales detectaron direcciones electrónicas que llevaban directamente a los dispositivos de Kendra Licari.
El hallazgo sorprendió a todos. La propia madre había creado perfiles falsos y mantenido durante casi dos años un hostigamiento constante contra su hija y el novio de esta. La magnitud del caso se comparó con una versión digital del síndrome de Munchausen por poder, donde un adulto genera sufrimiento en un menor para mantenerlo bajo control o dependencia.
Juicio, condena y consecuencias familiares
En 2023, un tribunal declaró culpable a Licari por acoso contra dos menores, además de otros cargos relacionados con el uso indebido de tecnología. La sentencia: cinco años de prisión por los ataques a su hija y 19 meses adicionales por hostigar al adolescente.
La condena no solo rompió la vida de la madre, también fracturó a la familia. El padre de la joven, Shawn Licari, obtuvo la custodia exclusiva y se separó definitivamente de Kendra. Para la víctima, hoy de 17 años, la relación con su madre quedó marcada por la desconfianza.
Una historia que abre debates más allá de Michigan
El caso encendió discusiones en Estados Unidos sobre el papel de los padres en la era digital, el impacto del ciberacoso y los vacíos en la detección temprana de este tipo de agresiones. En Costa Rica, donde las denuncias por hostigamiento en línea entre adolescentes han ido en aumento según datos del Ministerio de Educación y el PANI, la historia resuena como advertencia.
El acceso temprano a dispositivos, el uso de aplicaciones para esconder identidades y la falta de filtros parentales son factores que facilitan situaciones similares. Aunque lo de Michigan parece extremo, especialistas coinciden en que el ciberacoso dentro del mismo hogar no es un escenario imposible.
De los tribunales a la pantalla
Tras su paso por prisión y posterior liberación condicional en 2024, Kendra intentó justificar sus acciones apelando a traumas personales de su juventud. Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Lauryn, la adolescente afectada, asegura que aún lucha por reconstruir su vida y ha expresado interés en estudiar criminología.
El caso llegó incluso a la televisión: Netflix estrenó un documental titulado “Unknown Number: The High School Catfish”, que reconstruye cómo una madre se convirtió en la principal amenaza para su propia hija.
Una lección incómoda
Más allá del morbo que genera la historia, lo ocurrido en Michigan es una alerta mundial: el acoso digital no siempre viene de desconocidos. A veces, como lo demostró este caso, el peligro puede estar en el lugar más impensado: la propia casa.
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