Estimado lecto, en reciente declaración del presidente de la República Rodrigo Chaves Robles, afirmo en conferencia que da cada miércoles, que la oficina del presidente de la Asamblea Legislativa “huele a Cofal”, no pasó desapercibida por cada uno de los que escucharon dichas declaraciones. Han salido retractores y a la vez otros comentarios de opinión de diferentes diarios y canales de noticias.
Más allá de la polémica, esta comparación puede interpretarse como una metáfora del estado de nuestra gestión legislativa: un espacio donde se intenta aliviar problemas superficiales sin atender las causas de fondo que afectan el desarrollo del país.
El Cofal, ungüento ampliamente conocido por los costarricenses y que seguro está en la mesita de noche de la mayoría, por su capacidad de aliviar dolores musculares, es un remedio temporal que refresca y a la vez mejora, pero no resuelve problemas graves que el doliente tiene.
Aplicado al ámbito legislativo, esto puede interpretarse como un símbolo de las medidas que a menudo se adoptan en el Congreso de la República: leyes que intentan mitigar los síntomas de los problemas sociales – seguridad y económicos, pero que carecen de la profundidad necesaria para transformarlos de manera estructural que la Costa Rica de hoy necesita.
Costa Rica enfrenta desafíos importantes en áreas como la seguridad social, la educación primaria y segundaria, la economía, el trabajo y la justicia social. Estos problemas no pueden ser resueltos con medidas reactivas o soluciones temporales. Por el contrario, requieren de un enfoque legislativo estratégico, con leyes bien pensadas y basadas en un análisis técnico sólido que permita atender las raíces de los problemas.
Sin embargo, la percepción de los ciudadanos respecto a la Asamblea Legislativa no siempre es positiva. En muchas ocasiones, el debate parlamentario se percibe como un ejercicio de parálisis, donde el consenso se convierte en un obstáculo en lugar de un motor para la acción. Si queremos una Asamblea que sea verdaderamente el pilar de las transformaciones que el país necesita, es fundamental que sus integrantes asuman el compromiso de ir más allá de las medidas paliativas y trabajen por una visión integral de desarrollo.
La encuesta Centro de Investigación Observación del Desarrollo (CIOdD) de la Universidad de Costa Rica, código 748-C2-223 la nota de nuestra Asamblea es en promedio 5.4 de 10; donde provincias como Cartago y Heredia, sus pobladores le dan una nota inferior a 5, y los demás provincias la nota no llega a 6 de 10.
El llamado es claro: los costarricenses no debemos conformarnos con políticas que “refresquen” temporalmente la situación del país. Necesitamos leyes que, en lugar de aliviar momentáneamente el dolor, actúen como un tratamiento profundo y definitivo para los problemas nacionales. La Asamblea Legislativa tiene en sus manos el poder de construir la Costa Rica que todos soñamos, pero eso solo será posible si las decisiones que se tomen dentro de esas paredes son fruto de un verdadero compromiso con el bienestar nacional y no de agendas personales o intereses particulares.
Más allá de un comentario polémico, esta situación nos invita a reflexionar sobre el rol que juegan nuestros líderes en la creación de un país más justo, equitativo y sostenible. Al final, el verdadero “olor” de nuestra Asamblea Legislativa debería ser el del esfuerzo, el trabajo en equipo y el compromiso con un futuro mejor para todos los costarricenses.
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