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La noche del debut de Miguel Herrera estuvo lejos de ser como la hubiera esperado y soñado.
El frío y la lluvia fueron protagonistas en un juego donde la tricolor terminó cayendo con marcador de 3-0.
Los equipos saltaron a la cancha, los jugadores se acomodaron para cantar los himnos y los suplentes se dirigieron directo al banquillo.
Sin embargo, el “Piojo” no aparecía y eso llamaba la atención, ya que las cámaras de televisión buscaban enfocarlo, pero no se veía por ningún lado.
Cuando se entonó el himno patrio, salió Herrera y lo escuchó con respeto en la esquina del campo de juego.
Se llevó las manos a la espalda y se mantuvo firme en todo momento. Cuando este terminó inició un largo camino hasta su posición en el banco.
En la ruta se saludó de forma efusiva con Mauricio Pochettino con quien compartió unas palabras, para luego esperar el pitazo inicial.
Cuando esto ocurrió, Miguel se agachó, tocó el zacate y se persignó, encomendándose a Dios.
Silbidos, gritos, aplausos y reclamos
Fiel a su estilo, Miguel Herrera no estuvo tranquilo ni se sentó un solo minuto.
Desde la esquina de su zona técnica no paró de girar indicaciones y para esto silbaba a los jugadores, quienes rápidamente atendían al llamado.
Mientras que cuando se daba una combinación de dos pases aplaudía y en un remate de Alejandro Bran hasta brincó al sentir que podía celebrar su primer gol con Costa Rica.
Pero ocurrió todo lo contrario y con el gol de Brian White solo atinó a llevarse las manos al rostro, se giró a su banco en busca de respuesta, mismas que no encontró.
Una acción que se repitió con las anotaciones que cayeron en la etapa de complemento.
El ánimo decayó, pero peso a esto no su ímpetu. Reclamó decisiones arbitrales al punto de que el cuarto silbante tuvo que llamarla la atención para que se calmara, ya que caso contrario termina expulsado.
Al final, con un aplauso y consciente de que solo el trabajo diario traerá mejores resultados abandonó pensativo la gramilla natural del Inter&co Stadium de Orlando.
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Adrián Mendoza