Se teme que el recrudecimiento de la violencia en la República Democrática del Congo (RDC) conduzca a uno de los países más conflictivos de África a una situación de inestabilidad a gran escala.
El 27 de enero de 2025, el grupo rebelde M23, respaldado por soldados de la vecina Ruanda, se hizo con el control de Goma, la mayor ciudad situada en el este del Congo. En Goma viven cerca de un millón de personas, es una ciudad que desempeña un papel esencial en la economía y la administración del país.
El lunes se produjo una fuga masiva en la principal prisión de la ciudad, lo que agravó aún más el caos. Más de 4.000 reclusos se escaparon y los residentes se encerraron en sus casas, temiendo por su seguridad.
Hubo manifestantes que atacaron las embajadas de Bélgica, Holanda, Kenia, Uganda y Estados Unidos, exigiendo a la comunidad internacional que presione a Ruanda por su supuesta implicación en el conflicto.
¿De qué se trata el conflicto en el este del Congo?
La República Democrática del Congo es rica en recursos naturales, entre ellos, metales y minerales como el oro, el estaño y el coltán, esenciales para la fabricación de teléfonos móviles y baterías para vehículos eléctricos. Grupos armados, milicias locales y agentes extranjeros se disputan el control del territorio, lo que ha desencadenado un ciclo de corrupción y derramamiento de sangre. La RDC lleva más de 30 años sacudida por el conflicto, desde el genocidio ruandés de 1994.
Los ciudadanos del país han sufrido las consecuencias. Los conflictos armados han desplazado internamente a más de 7 millones de personas. Las organizaciones de derechos humanos han denunciado atrocidades generalizadas, como masacres, violencia sexual y reclutamiento de niños soldados.
En el centro de la crisis actual está el resurgimiento del grupo rebelde M23, liderado por personas de la etnia tutsi. El grupo armado se hizo rápidamente con el poder en 2012 y tomó la ciudad de Goma, pero fue expulsado por el Ejército congoleño y las fuerzas de la ONU en 2013. El M23 retomó las armas en 2021, alegando que protegía a la población tutsi del este del Congo de la discriminación y la violencia.
Por su parte, los líderes de la RDC en Kinshasa, la capital, afirman que el M23 no es más que un representante de fuerzas externas que luchan por hacerse con el control de los ricos recursos minerales del país, especialmente en los territorios fronterizos con Ruanda y Uganda.
En la actualidad, hay más de 100 grupos armados diferentes que buscan asegurar su posición en el este de la RDC. Los esfuerzos por pacificar la región, incluido un acuerdo de paz entre la República Democrática del Congo y los rebeldes del M23 firmado en 2013 en Nairobi, han fracasado una y otra vez.
¿Qué papel desempeña Ruanda?
Los líderes ruandeses han negado en repetidas ocasiones que apoyen a los rebeldes del M23, pero, desde 2012, expertos de la ONU y organizaciones de derechos humanos afirman explícitamente que Ruanda brinda apoyo logístico al M23 en forma de suministros de armas e incluso personal.
En parte, esta historia tiene su origen en el genocidio ruandés de 1994, durante el cual 800.000 personas, principalmente de la comunidad tutsi, fueron masacradas por extremistas de etnia hutu. El genocidio terminó con el actual presidente de Ruanda, Paul Kagame, al frente de una fuerza de rebeldes tutsis. Muchos hutus huyeron entonces a través de la frontera con la República Democrática del Congo.
Kagame ha reclamado la necesidad de neutralizar a las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), un grupo rebelde hutu que opera en el este de la RDC. El Gobierno ruandés afirma que algunos miembros de este grupo que participaron en el genocidio de 1994 suponen una amenaza directa para la seguridad de Ruanda.
Pero el Gobierno de la RDC acusa a Ruanda de utilizar el conflicto como tapadera para explotar sus recursos naturales, especialmente en las zonas controladas por el M23. El comercio de minerales, incluido el tráfico ilegal de oro y coltán, es un negocio lucrativo que supuestamente beneficia a Ruanda, al tiempo que desestabiliza a la RDC.
El Dr. Hassan Khannenje, director del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos HORN, dice a DW que es poco probable que Ruanda deje en paz a la RDC en un futuro próximo. “Ruanda ha estado, está y estará siempre implicada en la RDC. El país es de interés estratégico y nacional para Ruanda, no se trata sólo de los minerales”, explica a DW. “Pero es cierto que los minerales tienden a avivar el fuego”, añade. Las consecuencias diplomáticas han sido graves. El 26 de enero, la RDC rompió sus lazos diplomáticos con Ruanda. Los esfuerzos regionales de mediación han dado escasos resultados.
¿Puede agravarse el conflicto?
Según la ONU, el conflicto en la RDC puede derivar en una crisis regional más amplia. Sin embargo, otros expertos, como Khannenje, afirman que eso es poco probable.
Uganda, al igual que Ruanda, también ha sido acusada de respaldar a grupos armados en el este del Congo, aunque niega estas afirmaciones. Mientras tanto, los refugiados de Kivu Norte, en el este de la RDC, ya están huyendo a los países vecinos, lo que aumenta el temor a la inestabilidad transfronteriza.
Aunque se han impuesto sanciones a los líderes del M23 y se ha advertido contra la injerencia extranjera, la respuesta mundial sigue siendo tibia, dejando que las naciones africanas soporten el peso de las consecuencias del conflicto. La población de la RDC, de más de 100 millones de personas, está en juego.
Las organizaciones humanitarias advierten de que la violencia podría provocar hambrunas, brotes de enfermedades y nuevos desplazamientos masivos. Sin una acción urgente, el conflicto corre el riesgo de convertirse en una tragedia a gran escala, con consecuencias para toda la región.