El suicidio no es un acto impulsivo y la académica Helga Arroyo, de la Escuela de Psicología de la Universidad Nacional (UNA), lo coloca en una perspectiva muy clara: “nuestra vida es como un vaso de agua y puede ocurrir que poco a poco se vaya llenado, hasta que las gotas comiencen a derramarse”.
Entonces, es fundamental reconocer que el acto suicida lleva consigo una lógica. Primero pasa por la ideación (la persona lo piensa), luego se hace mención de ello (lo verbaliza) y posteriormente se emiten gestos, señales o actitudes más claras.
Una iniciativa de esta escuela, a la que también se han integrado el Centro de Investigación, Docencia y Extensión Artística (CIDEA), y los departamentos de Salud y de Orientación y Psicología de la Vicerrectoría de Vida Estudiantil, pretende crear una Red Comunitaria de Prevención del Suicidio a lo interno de la UNA.
El objetivo (que arrancará como plan piloto a partir de 2025), es intervenir desde las etapas previas para evitar la concreción del acto suicida; es decir, cortar el continuum autodestructivo que lleva hasta la consumación del acto. “El recurso más importante que tiene la Universidad son las personas, y es a través de esta vía como abriremos las puertas a todos aquellos que estén interesados en formar esta red para apoyar cada etapa, bajo un proceso de capacitación y sensibilización que les permita atender estos casos”, comentó Arroyo.
Las etapas a las que hace referencia la académica de la Escuela de Psicología son: sensibilización, que implica conocer la situación de la persona; prevención, que consiste en identificar el riesgo y la letalidad; abordaje, que requiere tratamiento médico y psicológico según cada caso y “postvención”, que es un trabajo con personas sobrevivientes.
Como parte de las actividades de capacitación, durante el primer semestre de este año se llevaron a cabo tres talleres con funcionarios y funcionarias de la UNA, con el acompañamiento de la especialista Elizabeth Seaward, de la Asociación de Estudio y Prevención del Suicidio Costa Rica (ACEP-CR).
La propuesta de la Red ya se presentó a los consejos de la Facultad de Ciencias Sociales y del Centro de Investigación, Docencia y Extensión Artística (Cidea). Con la integración de la Vicerrectoría de Vida Estudiantil, se espera generar una política que abarque a toda la Universidad.
“El comportamiento suicida es un área de la salud mental a la que se aboca esta Vicerrectoría, a través de los departamentos de Orientación y Psicología y Salud. Desde lo administrativo y de intervención profesional se han desarrollado estrategias y protocolos que permiten atender lo que la ley exige en este tema, desde la prevención y la promoción de la salud”, manifestó Alejandra Gamboa, vicerrectora de Vida Estudiantil.
Necesidad imperiosa
Justamente este 10 de octubre se conmemoró el Día Mundial de la Salud Mental, un tema que ha ido abarcando más espacios de diálogo y debate público, ante la afectación que sufren millones de personas alrededor del mundo y que se traduce en cuadros de depresión, ansiedad, entre otros padecimientos, los cuales se agravaron después de la pandemia de covid-19.
De acuerdo con el Ministerio de Salud, en el 2022 el país registró 450 casos de suicidio, la cifra más alta en la última década. Además, entre el 2018 y el 2022 se contabilizaron 2.055 fallecimientos por esta causa, de los cuales 82% fueron cometidos por hombres y 18% por mujeres.
Por el contrario, el intento suicida lo cometen más mujeres que hombres (siete de cada diez). Haciendo una aproximación a la realidad que se vive en la UNA sobre casos de riesgo en el cantón central de Heredia, el 27% corresponde a estudiantes.
Por esta misma razón es que, en primera línea, el proyecto de la Red busca dar espacio y atención a estudiantes de la Universidad. Situaciones como el desarraigo (cuando viven en zonas alejadas y deben trasladarse a vivir cerca de la UNA) o ciertas condiciones económicas y sociales de las personas puede generar situaciones que afecten sus estados anímicos.
Incluso, una reciente charla impartida en la UNA por la académica Rosa Rodríguez Bailón, de la Universidad de Granada, España, determinó que la desigualdad económica promueve el individualismo y el aislamiento de las personas.
Además, muchas personas estudiantes podrían no contar con el recurso económico para asistir a atención psicológica privada y se enfrentan a un entorno donde la seguridad social no da abasto para la demanda en las atenciones.
Según la encuesta Actualidades 2023, de la Universidad de Costa Rica, el 75,7% de las personas entrevistadas considera que es “difícil” o “muy difícil” obtener atención en salud mental a nivel público.
La Caja Costarricense de Seguro Social, por su parte, cuenta con solo 358 profesionales en psicología para atender a la población del país, lo que se traduce en 6,8 personas por cada 100 mil habitantes.
Apretar el nudo
Uno de los aspectos medulares que se plantea el plan piloto es la inclusión del arte como parte de la estrategia. Helga Arroyo agregó que también se cuenta con otro proyecto llamado Las casitas de escucha, para paliar el fenómeno suicida en los cantones de Limón y Talamanca, y en el cual se definieron los ejes clínico, creativo y educativo, de manera que el abordaje se haga de una manera integral.
Unidos, los tres ejes (clínico, creativo y educativo) forman un nudo que se sostiene entre sí y evita que se rompa. “Lo que se dice es que, si usted corta ese nudo, se cae todo. Entonces, para sostenerse no son solo talleres de artes o talleres de escucha o de construcción de un proyecto de vida; hay tomar los tres aspectos y colocarlos en esa posibilidad de un sostenimiento grupal”, explicó Arroyo.
Por esa razón fue que se pensó en el CIDEA para efectos del plan piloto. “Desde el arte se puede apoyar esa construcción. Yo puedo utilizar el lenguaje como la pintura, la danza o el teatro, por ejemplo, para expresarme y que sean válvulas de escape”, agregó la académica de la Escuela de Psicología.
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