Cada año, miles de estudiantes enfrentan cambios significativos en su trayectoria académica. Estas rupturas, como el paso de la escuela al colegio o del colegio a la universidad, representan oportunidades de crecimiento, pero también aumentan el riesgo de deserción según los expertos.
Datos del Ministerio de Educación Pública (MEP) indican que el mayor índice de abandono escolar en secundaria ocurre en sétimo año. Investigaciones de la Universidad Nacional (UNA) señalan que cerca del 15% de los estudiantes de primer ingreso en educación superior no se matriculan en el segundo ciclo. En otras palabras, aproximadamente 1 de cada 7 estudiantes interrumpe su proceso de formación en esta etapa. Entre los factores asociados con este fenómeno destacan las dificultades económicas, problemas familiares, desinterés por la carrera elegida y bajo rendimiento académico.
Según los especialistas en orientación, estos períodos de cambio pueden representar un “salto al vacío” para muchos jóvenes, especialmente cuando carecen de redes de apoyo y estrategias para afrontar los nuevos desafíos académicos. “La falta de adaptación a las exigencias de cada nivel educativo, sumada a la presión social y familiar, puede derivar en una pérdida de motivación que los lleva a abandonar el sistema”, mencionó Jazmín Ureña Castro, orientadora del Departamento de Orientación y Psicología de la UNA.
Factores clave en las transiciones educativas
El paso de la escuela al colegio implica una reconfiguración en las dinámicas sociales e institucionales. En secundaria, la brecha de edad entre los estudiantes es más pronunciada, y la interacción con docentes y compañeros exige mayor autonomía. En tanto, el ingreso a la universidad demanda una gestión efectiva de la libertad y decisiones que impactan el futuro académico y profesional.
Además del cambio en el entorno académico, la estructura de apoyo también varía. En la escuela, la supervisión docente es más cercana y los padres suelen estar más involucrados en el proceso educativo. En el colegio, los estudiantes deben asumir una mayor responsabilidad sobre su aprendizaje y organización. En la universidad, la dinámica cambia aún más, ya que el acceso a información sobre el desempeño académico es restringido para terceros, debido a la autonomía que tienen los estudiantes en la educación superior.
Las expectativas familiares también juegan un papel fundamental. Para muchos hogares, el acceso a la educación superior representa un logro importante, lo que puede generar presión sobre el estudiante y afectar su desempeño. En algunos casos, la falta de orientación vocacional adecuada provoca que los jóvenes ingresen a carreras que no se ajustan a sus intereses o habilidades, lo que incrementa el riesgo de abandono.
Los especialistas recomiendan fortalecer la comunicación entre estudiantes, familias y centros educativos. “Los padres y madres pueden facilitar la transición si mantienen comunicación con docentes; esto fomenta espacios de diálogo en el hogar y ayuda a los hijos a tomar decisiones informadas sobre su educación”, indicó Ureña.
En secundaria, la participación en reuniones y actividades institucionales permite a los padres y madres mantenerse informados sobre el desempeño académico. En la universidad, aunque la autonomía del estudiante es mayor, resulta clave fomentar el diálogo en el hogar y conocer las redes de apoyo disponibles.
Las instituciones educativas cuentan con servicios de orientación, psicología y algunos centros universitarios ofrecen tutorías, mentorías y programas de inserción a la vida universitaria que facilitan la adaptación a las exigencias del nivel superior.
En el ámbito escolar, la implementación de programas de preparación para la transición puede ser clave para reducir la deserción. Según los orientadores estas iniciativas buscan fortalecer habilidades de adaptación, organización y gestión del tiempo, además de brindar información sobre los cambios que enfrentará el estudiante.
Estrategias para evitar la deserción
Ante señales de desmotivación o bajo rendimiento, los expertos recomiendan analizar las causas y recurrir a ayuda profesional para evitar el abandono. Algunas estrategias incluyen:
- Fomentar la orientación vocacional: asegurar que los estudiantes cuenten con información sobre las opciones académicas y profesionales disponibles.
- Brindar acompañamiento emocional: detectar signos de estrés o ansiedad y ofrecer espacios de apoyo psicológico.
- Fortalecer hábitos de estudio: enseñar técnicas de organización y planificación para enfrentar las nuevas exigencias académicas.
- Promover la participación en actividades extracurriculares: integrarse a grupos estudiantiles o proyectos de investigación mejora la experiencia educativa y fortalece la permanencia.
- Mantener un canal de comunicación abierto en el hogar: el diálogo sobre expectativas, dificultades y logros permite un mejor acompañamiento en cada etapa.
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Natalia Salas Gómez