Recorrieron los jardines, jugaron, interactuaron con la tecnología, recibieron regalos y participaron en un taller. La vida de 15 niños y niñas rompió su rutina por un día para adentrarse en el campus Omar Dengo, de la Universidad Nacional (UNA).
Ellos y ellas son estudiantes de sexto grado de primaria y son parte del Proyecto Abraham, una fundación sin fines de lucro asentada en La Unión de Tres Ríos, en Cartago, que atiende a una población de hasta 300 menores de edad, en riesgo social.
Su visita a la UNA se dio en el marco de un trabajo conjunto entre la Escuela de Administración y el Centro de Investigación y Docencia en Educación (Cide).
Roxana Durán, académica de la Escuela de Administración, explicó que es importante que desde edades tempranas, ellos puedan conocer en primera persona cómo funciona un campus universitario de manera que se puedan proyectar hacia futuro, cuando opten por cursar una carrera.
Esto fue secundado por Noelia Robinson, terapeuta familiar del Proyecto Abraham, quien fue la lideresa que acompañó a los estudiantes en toda la jornada. “Dentro de nuestro modelo de atención tenemos uno que se llama ‘proyección al futuro’ que se desarrolla de una manera creativa, y conversando con una compañera, vimos la importancia de hacer esta pequeña visita, para que se inyecten de la energía que hay aquí y no solo se lleven un lindo recuerdo, sino que también se visualicen estando aquí más adelante”.
Robinson explicó que, por la edad que poseen, ellos y ellas están en una etapa donde son “investigadores”, que cuestionan y preguntan todo lo que les rodea y por ello, es un momento óptimo para acercarlos a este tipo de experiencias.
El sol radiante acompañó la estancia de los escolares al compartir en los jardínes y en los alrededores del Centro de Estudios Generales y las facultades de Filosofía y Letras y Ciencias Sociales. Luego, vivieron una inmersión tecnológica, cuando se colocaron las gafas de realidad virtual con las que pudieron interactuar.
Este equipo fue una de las novedades de la Escuela de Administración para este año. Lo utilizan estudiantes de primer año de carrera, donde pueden escoger entre diferentes ambientes y realizar prácticas propias de su plan de estudios. Ahora les correspondió a estos 15 niños utilizarlo y sobre todo, disfrutarlo.
Luego, fue el momento de la entrega de regalos a cada uno, gracias a los donativos que recibe el Proyecto, el almuerzo y una visita al Cide, donde se desarrolló un taller sobre derechos de la niñez, a cargo del docente Ronald Rivera.
“Ahí desarrollamos un taller al que hemos denominado ´campana de la paz´. Es una campana que construimos con material reciclable. La idea es que cuando el niño o la niña esté en su hogar con su familia y ocurra un momento de tensión, puedan sacar su campanita y hacerla sonar, como un llamado a la paz. Es una forma creativa de promover la armonía en sus entornos familiares”, explicó Durán.
“Quiero ser doctora”
Entre el grupo visitante destaca Fiorella Zapata. A sus 12 años se le refleja su madurez, cincelada también por situaciones difíciles que le ha tocado vivir. Su mamá falleció a causa de un cáncer, mientras que su papá le hizo una promesa que nunca cumplió, cuando le dijo que la volvería a ver algún día.
Su abuela y su tío adoptaron los roles de mamá y papá y con el apoyo de ellos, ha salido adelante. Con orgullo, dice que fue cuadro de honor en las notas del 2024, gracias a su aplicación.
Ahora, tiene como meta ingresar a un colegio donde pueda cursar el Bachillerato Internacional (BI), porque su aspiración es estudiar la carrera de Medicina fuera del país. Está a la espera de una resolución de una solicitud de beca en un colegio privado, pero la esperanza no la pierde.
Fiorella, es vecina de El Monte en La Unión, le gusta el futbol y el taekwondo y espera en el 2025 aprender y practicar natación. También estudia guitarra con la ayuda de su tío. Es una joven enfocada en su presente y en sus metas y no duda en señalar el aporte el proyecto le ha dado a su vida: “Es estar cerca de Dios. Porque por más inteligente y esforzada que una pueda ser, yo no saldría adelante si estuviera alejada de Dios”, reforzó con total seguridad en sus palabras.
Sobre el proyecto
Mientras Fiorella contaba detalles de su vida, Noelia Robinson, a su lado, le cuidaba una manzana y la miraba con orgullo y sensibilidad. Esta es una de tantas historias con las que se topan a diario en el Proyecto Abraham, que atiende a una población de 300 niños con edades desde los seis meses y hasta los 12 años.
La profesional en terapia familiar lo describe como un centro de cuidado diario integral. Lo conforma un equipo interdisciplinario que cuenta con dos trabajadoras sociales, una psicóloga, un médico que dona su servicio dos veces a la semana, la directora y ella.
Su enfoque se centra en el trabajo con las familias de los niños y niñas. Realizan intervenciones de diversa naturaleza, porque el objetivo es que ellos no se desapeguen de sus núcleos familiares. Por ello imparten talleres sobre diversos temas y hasta tienen una escuela para padres.
El sostén financiero del proyecto proviene en su mayoría del Patronato Nacional de la Infancia (Pani) y de donaciones privadas. Los que tienen de seis meses y hasta los cinco años están todo el día en el centro, donde reciben lecciones gracias aun convenio con el Ministerio de Educación Pública.
El acompañamiento que les dan es para que tengan las herramientas a futuro y que casos como el de Fiorella abunden, con esa visión de querer forjar un mejor destino, donde la educación sea el eje transversal.
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UNA