Ya casi es nochebuena. Ese día me transporta a la emoción del niño que se acostaba a las 7 para ser levantado a media noche e ir a rezarle al niño Dios. Esto, al pie un portal con animalitos y objetos en miniatura que no guardaban ninguna proporción entre sí pero que eran un universo coherente: el de la puesta en escena de eso que entendíamos como Navidad. El portal, al pie de un árbol de ciprés que habíamos ido a cortar a la finca de don Arnoldo Acuña en Tres Ríos, era símbolo de la navidad, de su olor y presencia que cobraba vida entre adornos y luces.
El Teatro Nacional tuvo el tino de poner en escena la obra “ En las ramas del ciprés” mediante la cual se celebra la Navidad sin nieve, sin cascanueces que en el trópico no se cascan nueces en invierno y sin renos ni soldaditos, que aquí no tenemos ejército y no por ello, menos Navidad.
El acierto del Teatro fue darle espacio a una creación absolutamente nacional con una apuesta a símbolos criollos de la época: villancicos, rompope, ramas de ciprés. Dos academias privadas de ballet y artes escénicas (Teatralia, María Laura Jiménez y Danzay, María Amalia Pendones ) pusieron a disposición de un guión creativo y de una exquisita producción musical ( Allan F. Pérez, Fabián Arroyo ) , el talento de sus bailarinas y bailarines para ofrecer un ballet clásico con matices de danza contemporánea, para enviarnos un mensaje: la reconciliación y la alegría a pesar de las dificultades.
Resulta genial el planteamiento: en un árbol de ciprés los adornos interactúan sin importar sus formas: hay estrellas, melcochas, esferas, adornos sofisticados, luces, pastoras, cintas. Todos le dan vida al ciprés, hasta que un espíritu travieso ( el niño que todos llevamos dentro, en mi caso, el que quebró varios ornamentos del árbol y la nariz a uno de los reyes magos del portal de mamá ) quiebra una esfera que entonces ya no “calza” en el árbol. La esfera lucha y se resiste a ser un adorno desechado y su lucha y la apertura para incluirlo a pesar de estar quebrado por parte de los otros adornos restaura en las ramas del ciprés el orden perdido en el siniestro.
Un buen mensaje para cerrar el año y comenzar el que sigue: en el ciprés, que es nuestro entorno, debemos luchar incesantemente por cambiar lo que esté mal, perdonar y perdonarnos, dar gracias, integrar y seguir adelante, a pesar de las diferencias. Que no haya más espacio ni para el odio ni para la exclusión.
Lo que sabemos del futuro es precisamente lo que no sabemos pero al imaginarlo proponemos un deseo y enfocamos nuestro trabajo y energía para que ese deseo se convierta en realidad. Esa, una forma posible de enfocar el 2025. Felices fiestas y lo mejor para el 2025.
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Francisco Villalobos