La posibilidad de una Asamblea Constituyente que echó a rodar hace un tiempo el presidente colombiano, Gustavo Petro, hablando sobre la implementación de los acuerdos de paz, ha desatado una polémica que sigue en curso. Entre otras cosas, porque algunos de sus críticos creen vislumbrar la intención del mandatario de buscar una reelección, que actualmente la Constitución no permite. “Yo no quiero reelegirme, ni creo que una Constituyente es el instrumento adecuado aún, pero no niego esa posibilidad en un futuro”, afirmó Petro este martes (04.06.24). Pero nadie parece tener muy claro hacia dónde apunta.
“Algunos de sus discursos parecen más un mensaje destinado a movilizar a sus partidarios que el reflejo de la voluntad de emprender realmente un proceso constituyente”, estima Yann Basset, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad del Rosario, en Bogotá.
La experiencia colombiana
En conversación con DW, sostiene que la reelección tiene malos antecedentes en Colombia, y el proceso que impulsó en su día el presidente Álvaro Uribe para permitirla fue muy polémico, por casos de corrupción. “Fue después objeto de impugnaciones, incluso hubo condenas jurídicas a los congresistas que apoyaron este proceso”, recuerda. “Después de que se volvió a prohibir la reelección, creo que hay un gran consenso en el país acerca de no permitirla”, afirma.
Por ahora, Basset no considera viable un cambio en la materia: “Hay que recordar que el presidente Petro no es popular en estos momentos; tiene apoyo de una porción significativa de la población, pero no una mayoría, y en ese sentido tampoco tendría el apoyo que ha tenido, por ejemplo, Bukele en El Salvador”.
El modelo chavista
También El Salvador había tenido malas experiencias históricas al respecto. Pero el presidente Nayib Bukele logró una reelección, no exenta de polémica. “Vamos a ver qué pasa en este segundo período, que ganó holgadamente. Veremos qué hace Bukele en estos próximos años en la presidencia, y si no opta también por una Asamblea Constituyente”, dice a DW desde Ecuador Fabricio Betancourt, analista político y experto en temas electorales.
A su juicio, “lo más peligroso no solamente es una reelección, sino que, a partir de esa reelección, se busque un tercer mandato, como se pretendió hacer en Ecuador, tras lo cual desistió Rafael Correa; como se ha venido haciendo en Venezuela, como se lo viene haciendo en Nicaragua. Eso a la larga destruye lo que es la división de poderes, porque entronizarse en el poder significa un absolutismo para democracias tan débiles institucionalmente”.
En opinión de Betancourt, el fenómeno “ha sido progresivo después del avance de la revolución chavista. Los presidentes de izquierda han pretendido no solo la reelección, sino la reelección indefinida”.
También Constanza Mazzina, politóloga y académica argentina, cita como ejemplo el caso de Venezuela, con su opción de reelección indefinida. “Ahí vemos la deriva autocrática. Llegan democráticamente al poder, pero después cambian las reglas del juego para no irse más. Y en un contexto como el latinoamericano, de instituciones siempre débiles, esto es un peligro”, dice a DW.
El ejemplo de México
Los antecedentes, en todo caso, son de antigua data. “En América Latina hemos tenido una larga historia de presidentes que se han querido eternizar en el poder, y que finalmente han acabado con las instituciones liberales. Por eso, la idea de prohibir las reelecciones ha sido importante en la historia política de la región”, indica Basset. “Yo creo que un hito es la revolución mexicana”, agrega, explicando que una de sus banderas era la no reelección, en reacción a lo ocurrido en la época de Porfirio Díaz. “El caso mexicano sirvió de ejemplo en América Latina y, a partir de ahí, no permitir la reelección, o solo permitir una, había sido un poco la norma”.
El precedente de México es un contrapeso al fenómeno del caudillismo, muy presente en la historia latinoamericana. “Yo creo que América Latina nunca salió del caudillismo, es decir, permanentemente estamos buscando una especie de caudillo, de líder, de mesías, que nos resuelva los problemas”, reflexiona Constanza Mazzina. La politóloga argentina considera que, en la actualidad, la tendencia a buscar reelecciones está relacionada con la debilidad de los partidos políticos. “La decadencia en cuanto a liderazgo es terrible”, dice, y plantea que se ciñen por eso “a liderazgos personales y a figuras particulares. En el caso de Argentina, tenemos el peronismo, el kirchnerismo, el macrismo, siempre atados al nombre de la persona”.
También Basset percibe una tendencia al resurgimiento del caudillismo, que considera cíclica. A su juicio, se puede debatir acerca de reformas constitucionales, duración de mandatos y posibilidades de reelección. “Pero lo que sí es muy problemático desde el punto de vista constitucional es que estas modificaciones se hagan con nombre propio, dentro del mandato de un presidente, para que este mismo se pueda reelegir”, dice. Y destaca que “la continuidad de un proyecto es una cuestión distinta a la continuidad de una persona”. En su opinión, “es un problema obvio de la lógica institucional versus la lógica personal de un caudillo, como los que encontramos, lamentablemente, muy a menudo en la historia de América Latina”.
(cp)