(CNN Español) – El 31 de octubre cada vez más comunidades en Costa Rica celebran en sus calles el Día Nacional de la Mascarada, una festividad que tiene raíces indígenas y coloniales y que, en 1996, por decreto ejecutivo, se convirtió en efeméride para recuperar y promover una tradición propia de la identidad costarricense. Con el mismo propósito en 2022 se declaró símbolo nacional.
El diablo, también denominado pisuicas en la cultura folclórica tica, la giganta, la bruja, junto a otros personajes de leyendas costarricenses como el Padre sin Cabeza y la Llorona, desfilan bailando al ritmo de la música y es usual que en medio de la fiesta salgan a corretear a los participantes para avivar la celebración.
Según Rodrigo Muñoz, promotor cultural y uno de los principales investigadores de esta tradición, las máscaras que se ven en Cartago, provincia aledaña a la capital San José, se escogen entre unas 700 que participan y en el desfile se integran alrededor de 15 agrupaciones culturales. Cada mascarilla y su vestimenta alusiva al personaje, la llevan algunos integrantes de los grupos participantes. Muñoz agregó que son artesanías únicas, parte del patrimonio cultural costarricense.
Para elaborarlas y moldear el rostro se utiliza arcilla o barro, pintura, cola blanca, papel maché (una especie de pasta de papel humedecida), masilla y alambre, entre otros materiales. Muñoz explica que la técnica tradicional comienza por amasar el barro durante cuatro horas, esculpir a mano el molde y dejar reposar una semana. Una vez seco, se comienza a pegar el papel maché por capas. Agrega que hay unos 100 mascareros en el país, que dan soporte a por lo menos 300 agrupaciones que las utilizan. Muñoz destaca que, para fortalecer la tradición, en los centros educativos del país, se programan diferentes actividades durante octubre y principalmente el día 31. “Es parte de una política del ministerio de Educación, con lo que se contrarresta una práctica que no es propia, que no es costarricense, como Halloween”.
Muñoz asegura que la tradición proviene de la América prehispánica con las máscaras indígenas y luego con la evangelización de los españoles que llegaron al continente, no solo con las figuras de los santos, sino también con máscaras. “Posteriormente, en 1870, se retoma la tradición por impulso de un mascarero cartaginés llamado Rafael Valerín, el cual decía que, por encargo de la Virgen de Los Ángeles, el desfile con máscaras tenía que ser parte de las celebraciones en su honor y así las fiestas a la Virgen empezaron a incorporarlas, lo mismo que el desfile que se realiza el 31 de octubre”, cuenta el investigador. Las mascaradas se extendieron a otras comunidades del país como Aserrí, Escazú y Heredia, todas en el valle central de Costa Rica.
El historiador Arnaldo Moya explicó a CNN que las mascaradas son usuales en los llamados “turnos”, que son las fiestas populares, asociadas en muchas ocasiones a prácticas religiosas. Agrega que están ligadas también a los carnavales de la cuaresma con una dimensión pagana y que se han promovido para impulsar lo criollo frente al festejo de Halloween estadounidense. A eso se debe la elección del 31 de octubre como el día de la Nacional de la Mascarada, argumenta.
“El origen es ibérico, procede de los denominados cabezones, que son figuras grandes representando a reyes, reinas, bufones y en América se hacen propias, acompañándose de música de cimarrona, que no puede faltar”.
La música tradicional de cimarrona costarricense fue declarada por el Ministerio de Cultura y Juventud como patrimonio inmaterial del país en 2022.
Ejecutada por grupos que tienen de tres a cinco integrantes, la cimarrona acompaña el baile de las mascaradas combinando instrumentos como trompeta, saxofón, redoblante, bombo y platillos. Según el Ministerio de Cultura, el término cimarrón se relaciona con las agrupaciones musicales “independientes” y “empíricas”.
En el marco de las celebraciones de este 31 de octubre la Asociación Cultural Amigos sin Fronteras y la Biblioteca Nacional de Costa Rica, reunieron los personajes de la mascarada costarricense en una de las salas de esta institución, con una muestra titulada “Estamos de fiesta… ¡Ay, a celebrarlo!”
Laura Rodríguez, directora de la Biblioteca Nacional, detalló que la exposición muestra el trabajo de seis artistas mascareros que están entre los más reconocidos del país que se dedican a la confección de máscaras de los diferentes personajes tradicionales, a los que han sumado el campesino costarricense o figuras de animales propios de la fauna autóctona. “En esta oportunidad también se incorporaron personajes gigantes que hacen alusión al rey y la reina de España donados por la Comunidad Autónoma de Cataluña, como símbolo de hermandad”, explicó Rodríguez.
La exposición incluye figuras en miniatura y actividades especialmente dirigidas a los niños con talleres para aprender a elaborar máscaras. “Son personajes de los pueblos costarricenses y queremos que no se pierda la tradición. Nuestras mascaradas tienen el sello de los nuestro y hay que promoverlo entre los más pequeños”, enfatizó la funcionaria.
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Rocío Muñoz-Ledo