Desde fuera, la vida en Israel parece discurrir con normalidad, al menos en lo que se refiere a los civiles. Y ello a pesar de que el país se prepara para las represalias de Irán y sus adláteres, tras el asesinato en Teherán de Ismail Haniyeh, jefe político de Hamás.
Daniel Hagari, portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel, dijo que los militares no habían modificado las instrucciones para la población civil.
“Tomamos muy en serio las declaraciones y dichos de nuestros enemigos. Por eso estamos en alerta máxima, tanto en lo ofensivo como en lo defensivo”, afirmó.
Miedo a que se extienda el conflicto
La amenaza de una reacción iraní causa nerviosismo en todo Israel, pero especialmente en el norte del país. Los habitantes de esa región sienten desde hace meses las consecuencias de la guerra de Israel y Hamás en la Franja de Gaza. Tras la masacre del 7 de octubre y el inicio de la guerra en Gaza, la milicia chiíta libanesa de Hezbolá ha atacado el norte de Israel con misiles y drones.
Ambas partes libran combates a diario y más de 60.000 israelíes han sido evacuados de sus hogares en el norte.
Bat-Chen Rozner vive con su familia en los Altos del Golán, ocupados por Israel, a pocos kilómetros del Líbano y Siria. Dice que las tensiones actuales con Irán no hacen más que elevar el nivel de tensión, ya de por sí alto. “Hace tiempo que nos hemos preparado para eso”, cuenta Rozner a DW. “Con cada ruido que se parezca a una explosión, con cada puerta que se cierra de golpe, uno piensa: ¡ahora comienza!” No obstante, la gente trata de seguir adelante con su vida diaria como sea posible, cuenta. “No me parece que tenga sentido quedarnos sentados en nuestro refugio a esperar que algo suceda”.
Crítica al Gobierno
Un poco más al sur, la gente también observa la situación atentamente. Oshra Lerer-Shaib vive en Ashdod, una ciudad israelí situada en la costa, a 35 kilómetros de la Franja de Gaza. “Desde el 7 de octubre, nuestro refugio está equipado con alimentos y agua, para el caso de que tengamos que permanecer allí tres o cuatro días”, cuenta.
Lerer-Shaib dice que lo que más inquieta a la gente no es la preocupación por un ataque iraní, sino la sensación de que podrían quedar librados a su suerte. “Antes tenía la sensación de que, si llegara a ser secuestrada, mi país haría todo para traerme de regreso”. Pero agrega que ese ya no es el caso, tras lo ocurrido el 7 de octubre, en vista de la incapacidad de Israel de proteger a sus propios ciudadanos. “Nuestro miedo no viene de Irán, sino del Gobierno israelí y la infraestructura del país, que no funciona bien”, critica.
En los ataques perpetrados en el sur de Israel por Hamás, calificada de organización terrorista por muchos países, fueron asesinadas 1.198 personas y otras 250 fueron tomadas como rehenes y llevadas a la Franja de Gaza. 11 rehenes siguen retenidos allí. 39 han muerto, según el Ejército israelí.
Hezbolá ha amenazado reiteradamente en el pasado con atacar la infraestructura israelí, por ejemplo, en el puerto de Haifa, o las fábricas químicas de la ciudad del norte de Israel.
Siempre en alerta
Hablando con DW sobre el ambiente en las calles de Ashdod, Lerer-Shaib dice que se nota que algo ha cambiado. “Ahora, la gente se queda más bien en casa. Las calles están desiertas. Es bastante triste”.
Bat-Chen Rozner, de los Altos del Golán, cuenta que su familia no solo se ha provisto de un generador, alimentos y agua, para el caso de un ataque. También está preparada, por si tiene que abandonar rápidamente su casa. Pero tales preparativos no se limitan a la situación actual. En esa región, la gente siempre está preparada para imprevistos. “Si tuviera que tomar recaudos especiales cada vez que hay una amenaza concreta, estaría en bancarrota”, dice Rozner con sarcasmo.
(ers/ms)