Cuando Kim Mi-ae inició el tratamiento de fertilización in vitro (FIV) en noviembre pasado, sabía que aquello iba a poner a prueba su paciencia. Ya había pasado por ello al concebir a su primer hijo hace tres años.
Pero lo que la sorprendió esta vez fueron las “alucinantes” esperas en la clínica de fertilidad.
“Cuando fui en enero, parecía que la resolución de año nuevo de todo el mundo hubiera sido tener un bebé”, exclama la mujer de 36 años, quien reside en Seúl. “A pesar de tener ya cita, tuve que esperar más de tres horas”.
Mientras Corea del Sur continúa lidiando con la tasa de natalidad más baja del mundo, las clínicas de fertilidad están en creciente demanda, una rayo de luz en la crisis demográfica del país.
Entre 2018 y 2022, el número de tratamientos de fertilidad realizados en el país aumentó casi en un 50% hasta llegar a los 200.000. El año pasado, uno de cada seis bebés en Seúl nacieron con la ayuda de un tratamiento de fertilización.
La base de este boom, según los expertos, es un cambio de actitud hacia la planificación familiar.
“Tenemos una generación joven que está acostumbrada a tener el control sobre sus vidas”, explica Sara Harper, profesora de Gerontología en la Universidad de Oxford, Inglaterra.
Ese control, señala, puede venir en la forma de mujeres solteras que congelan sus óvulos o parejas que tienden a la fertilización in vitro cuando no pueden concebir.
“Mientras que en las generaciones pasadas había mayor aceptación de que concebir o no era un tanto aleatorio, ahora tenemos a mujeres coreanas diciendo: ‘Quiero planear mi vida'”.
Esas son buenas noticias para el gobierno surcoreano, que está intentando sacar al país de su crisis demográfica. Uno de cada cinco habitantes de Corea del Sur tiene 65 años o más. En proporción con la población total del país, nunca ha habido menos bebés que ahora.
Corea del Sur ha roto repetidamente su propio récord del país con la natalidad más baja del mundo: 0,98 bebés por mujer en 2018; 0,84 en 2020 y 0,72 en 2023.
Si esa tendencia continuara, los expertos advierten que la población de 50 millones se reduciría a la mitad en 60 años.
Recientemente, sin embargo, han surgido razones para un optimismo cauto: en lugar de registrar otro récord a la baja, la tasa de natalidad surcoreana subió ligeramente a 0,75 en 2024, su primer aumento en nueve años.
“Es una diferencia pequeña, pero significativa”, comenta Seulki Choi, profesora de la Escuela de Política y Administración Pública del Instituto de Desarrollo Coreano.
Es demasiado temprano para afirmar que este es el comienzo de un muy necesitado giro o simplemente un bache en la estadística.
Y es que la tasa de natalidad del país sigue estando muy por debajo del promedio global de 2,2 bebés por madre. Pero muchos, como la doctora Choi, se muestran reservadamente optimistas.
“Si esta tendencia se mantiene, podría ser la señal de un cambio a largo plazo”, expresa Choi.
Para ello, “necesitamos observar cómo están cambiando las actitudes de la juventud hacia el matrimonio y la maternidad”.
Durante años, tener hijos era lo último en lo que pensaba Park Soo-in. Estaba principalmente enfocada en su trabajo en publicidad, con jornadas que con frecuencia terminaban a las 4:00.
“Estaba en una compañía en las que hacía infinitas horas extra, así que (tener hijos) ni siquiera era algo que podía considerar realmente”, dice la mujer de 35 años.
Las cosas empezaron a cambiar hace dos años, cuando se casó. Consiguió un trabajo con un mejor horario y las amistades que la rodeaban empezaron a tener hijos.
“Interactuar con sus hijos hizo que (esa posibilidad) se sintiera menos abrumadora”, señala.
“Y ver a mi esposo tomar la iniciativa, investigando sobre el embarazo y la natalidad y mostrando un esfuerzo real, me dio la confianza de que podía hacer esto”.

Cuando Park y su esposo tuvieron problemas para concebir, recurrieron a los tratamientos de fertilización.
Son muchos los que están haciendo lo mismo, generando proyecciones de que para 2030 la creciente industria podría llegar a estar valorada en más de US$2.000 millones.
“Esta es realmente una señal importante para los legisladores de que todavía hay mujeres que quieren empezar a tener hijos, pero que enfrentan obstáculos para lograrlo”, indica Jennifer Sciubba, presidenta y directora ejecutiva de la organización sin ánimo de lucro Population Reference Bureau, con sede en Washington DC.
“Más que cualquier otra cosa, este es un indicativo de que las personas no tienen la capacidad de cumplir sus deseos de tener hijos”.
Pero la dificultad para concebir es apenas una barrera.
En el centro del problema poblacional de Corea del Sur hay una pila de presiones sociales y financieras, desde normas patriarcales que depositan sobre las mujeres la mayoría de las responsabilidades de la crianza infantil, hasta largas horas de trabajo y el alto costo de la educación superior, lo que desanima a muchos jóvenes ante la idea de tener hijos.
Muchos, sin embargo, no desistieron ante la idea, sino que la aplazaron.
Más de la mitad de los surcoreanos afirman querer tener hijos, pero que no los pueden costear, según un informe de la ONU. Y para cuando las surcoreanas tienen su primer hijo, la edad promedio es de 33,6 años, entre las más altas del mundo.
“En retrospectiva, tal vez pudo haber sido mejor empezar antes”, reconoce Park.
“Pero siendo realista… Siento que el momento indicado es ahora. A finales de mis 20 simplemente no tenía la capacidad financiera para pensar en el matrimonio o en hijos”.
Lo mismo sucede con Kim, que pasó tres años ahorrando para el matrimonio y otros cuatro para poder tener un hijo.
“La gente invierte su juventud en estudiar, en buscar empleo y en prepararse para la vida. Cuando llega el momento en que están listos para sentar cabeza, suele ya ser tarde”, opina.
“Pero cuanto más esperan, más difícil se hace [quedarse embarazada], física y emocionalmente”.
Para aquellos que optan por la fertilización in vitro, el proceso para tratar de concebir también se vuelve mucho más caro.
“Es difícil decir exactamente cuánto cuesta la FIV porque los precios varían en función de cada persona y del ciclo”, expresa Kim. “Pero es un gasto enorme e impredecible que realmente puede afectar tus finanzas”.

Como parte de un esfuerzo coordinado para impulsar la tasa de natalidad, el gobierno surcoreano amplió su apoyo para los tratamientos de fertilidad.
Ahora, Seúl subsidia con hasta 2 millones de wons coreanos (US$1.460) para el congelamiento de óvulos y 1,1 millones de wons (US$794) para cada tratamiento de FIV.
Pero, aún con las ayudas gubernamentales, Kim afirma que en enero gastó más de 2 millones de wons (US$1.460) para el tratamiento de fertilización, en gran parte por artículos que los subsidios no cubren, como suplementos y pruebas adicionales.
Y con menos de la mitad de los ciclos de FIV culminando con éxito, los costos se pueden acumular rápidamente.
Ese fue el caso con Jang Sae-ryeon, quien reside en la provincia suroccidental de Jeolla. Con 37 años, empezó el tratamiento de fertilidad hace dos, y ha tenido cinco ciclos de FIV, cada unos costándoles unos 1,5 millones de wons (US$1.083).
“Desearía que hubiesen resultado tras uno o dos intentos, pero para la mayoría de las personas, ese no es el caso”, asegura. “Sin dinero, simplemente no puedes progresar. Esa es la realidad. Y creo que es la parte más frustrante”.
Igualmente desafiante, explican las mujeres, son las presiones que enfrentan en el trabajo cuando se someten al exigente programa de fertilización.
Y es que aunque las empresas surcoreanas ofrecen varios días de baja para los tratamientos de fertilidad, las mujeres sostiene que en realidad es muy difícil aprovecharlos.
Kim cuenta que se sometió a la FIV para tener su primer hijo sin tomar días libres. Jang, por su parte, dice que sus colegas le pidieron que pospusiera el tratamiento.
“Eso me hizo sentir como si la FIV y un trabajo de tiempo completo fueran incompatibles”, expresa Jang. “Así que renuncié. Pero una vez me fui, tuve dificultades financieras. Eso condujo a otro ciclo de renuncias y búsquedas de trabajo”.
Esas presiones financieras y culturales pueden haber obstaculizado los sueños de muchas mujeres surcoreanas de tener hijos, pero no los de Jang. Todavía se le humedecen los ojos cuando recuerda dos embarazos que tuvo al comienzo de su matrimonio, ambos terminando en abortos espontáneos.
“¿Sabes que dicen que cuando tienes un hijo, sientes un amor ilimitado?”, relata.
“Cero que tener un hijo que se parezca a nosotros dos y crear una familia juntos es una de las mayores formas de alegría que una persona puede sentir”.