Jubilado ruso murió luego de uno de sus inventos explotara – NCR Noticias

La pasión por la aviación artesanal se cobró una vida en Rusia. Vladimir Trapeznikov, un jubilado de 88 años reconocido por sus invenciones aéreas autodidactas, falleció el 1º de agosto tras un accidente con un helicóptero de fabricación casera en la región de Kirov, al oeste del país.

El incidente ocurrió en el distrito de Omutninsky, donde vivía el inventor. Según confirmó la Fiscalía de Transporte de la Región del Volga, el rotor principal del helicóptero se desprendió al momento de encender el motor, cuando la aeronave aún estaba en tierra. Las palas impactaron directamente en la cabeza de Trapeznikov, provocándole heridas graves.

Fue trasladado de emergencia al hospital local, pero murió horas después debido a la gravedad de las lesiones. Las autoridades abrieron una investigación, ya que la aeronave no contaba con registro ni certificación oficial.

Una vida entre motores, madera y alas

Aunque su carrera profesional fue como conductor de camiones en la industria maderera, Trapeznikov se hizo conocido en su región y en algunos medios nacionales por su peculiar pasión: la aviación casera. Desde 1985, cuando logró volar su primer avión construido sin ayuda técnica ni institucional, se convirtió en un símbolo local del ingenio popular y la autodeterminación.

A lo largo de su vida, fabricó al menos cinco aeronaves funcionales, todas desde su casa y sin supervisión de expertos. Su historia llegó incluso a los medios de comunicación rusos, que lo entrevistaron en documentales y programas televisivos sobre inventores.

El helicóptero que le costó la vida fue su proyecto más reciente, fruto de años de esfuerzo y experimentación.

El riesgo de volar por cuenta propia

El caso de Trapeznikov pone nuevamente sobre la mesa el debate en torno a la aviación amateur, una práctica extendida en distintos países, muchas veces alimentada por la curiosidad, la pasión o incluso la necesidad. Sin embargo, la ausencia de controles técnicos y regulaciones de seguridad convierte a estos proyectos en potenciales tragedias.

Casos similares han ocurrido en otras partes del mundo. Durante la pandemia, un británico construyó un avión en su jardín, y en Etiopía, un joven autodidacta tardó más de diez años en fabricar una nave con la que planeaba asistir a su propia boda.

En todos estos casos, los especialistas advierten lo mismo: sin certificaciones, permisos ni evaluaciones de seguridad, cada vuelo artesanal es una apuesta arriesgada.

Legado

Trapeznikov no fue un científico ni un ingeniero aeronáutico. Fue, como muchos en la ex URSS, un trabajador común con una fascinación por lo imposible, que convirtió su patio trasero en un pequeño taller de sueños voladores. Su historia —ahora marcada por un final trágico— sigue siendo un reflejo de la mezcla entre genialidad, riesgo y pasión sin límites que caracteriza a tantos inventores autodidactas en todo el mundo.

Las autoridades rusas recordaron tras el accidente que toda aeronave, incluso si es experimental o casera, debe pasar por revisiones técnicas y contar con permisos de operación. Un llamado que, lamentablemente, llegó demasiado tarde para Vladimir Trapeznikov.

 

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