Cuando era adolescente, Jiwan Subba mató a un panda rojo y nunca se lo ha perdonado. Por eso, ahora dedica parte de su tiempo a proteger a este animalito, cuya población ha empezado a remontar en Nepal.
“Tenía solo 17 años y ni la menor idea de lo que era ese animal”, recuerda el policía de 48 años. “Nadie en el pueblo sabía que se llamaba ‘panda rojo'”.
Pero gracias a las campañas de concienciación entre las comunidades locales, ahora todo el mundo conoce al mamífero y este está mejor protegido.
Oriundo del Himalaya, el panda rojo vive en bosques de altitud media (de 2.200 a 4.800 metros) de Nepal, India, China y Bután, donde se alimenta, sobre todo, de bambú.
El roedor, del tamaño de un gato, se distingue por su pelaje rojo, su cola mullida y por su bamboleo, debido a que sus patas delanteras son más cortas.
La población de esta especie, considerada en peligro desde 2016 por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), se redujo a la mitad en los últimos 20 años. Actualmente, se calcula que no quedarían más de 10.000 individuos en todo el mundo.
– Deforestación –
La Red Panda Network (RPN) estima que habría entre 500 y 1.000 en Nepal, sobre todo en el parque nacional de Sagarmatha y en la zona de conservación de Kanchenjunga, en el noreste.
Con todo, los últimos recuentos muestran que la población de pandas rojos va en aumento.
“Los aldeanos y nuestros equipos nos decían que antes había que pasearse una semana para ver un panda rojo”, explica el director de la RPN, Ang Phuri Sherpa. “¡Ahora, nos dicen que ven tres o cuatro al día!”.
En Nepal, el panda rojo fue incluido en la lista de especies protegidas en 1973. La legislación castiga a quienes los matan con una pena máxima de diez años de cárcel y/o una multa equivalente a unos 540 dólares.
Aún así, la lista de peligros que amenazan la supervivencia del pequeño animal, parecido a un peluche, sigue siendo larga: desde la deforestación relacionada con la construcción de infraestructuras al cambio climático, pasando por la caza furtiva.
“La construcción de carreteras, de represas, de líneas de alta tensión y, más recientemente, de teleféricos ha tenido un impacto en su hábitat natural”, señala Ang Phuri Sherpa.
– Nuevas prácticas –
Según la policía, el panda rojo es también víctima de la caza furtiva, para ser enviado de contrabando a China y Birmania, donde es muy apreciado por sus supuestas virtudes medicinales o como animal de compañía.
Frente a estos peligros, el trabajo realizado para informar a la población y concienciarla parece que va dando frutos.
La comunidad indígena kirat, en gran parte animista, fue la más fácil de convencer. “Veneran todo lo que está vivo, incluidos los pandas”, indica Khagindra Limbu, que lidera el comité directivo de la reserva de Kanchenjunga.
Otros lugareños han dado un giro a su estilo de vida, llegando incluso a dejar de lado la ganadería para cultivar ortigas y producir textiles, favoreciendo así la supervivencia del panda rojo.
“Desde hace dos años ya no recogemos forraje ni leña en el bosque, para molestar menos a los pandas rojos”, explica Chandra Kumari Limbu, de 35 años.
Según ella, muchas mujeres de su aldea empezaron a fabricar bolsos, billeteras y ropa a base de ortigas; una actividad que les reporta unos 7,6 dólares diarios.
“Las mujeres que antes no tenían ningún ingreso han salido muy beneficiadas”, insiste Chandra Kumari Limbu. “Y, al mismo tiempo, dejamos bastante alimento para que los pandas subsistan, sin molestarlos”.