América Latina envejece: el dilema de la baja fecundidad

En 1950, las mujeres latinoamericanas tenían en promedio casi seis hijos. Incluso en 15 países de la región la media era de seis a siete niños. Los cambios en los estilos de vida, mayor acceso a la educación, el ingreso femenino al mundo laboral y la disponibilidad de métodos anticonceptivos, entre otros factores, detonaron cambios radicales.

En menos de un siglo, con mayor o menor rapidez, todos los países latinoamericanos vieron caer drásticamente su tasa de fecundidad. En promedio, según la CEPAL, la región registra hoy 1,8 hijos por mujer, y la proyección es que seguirá bajando: 1,68 en 2050 y 1,65 en 2100. La mínima está en Chile (1,14) y la más alta, en Haití (2,63).

“Ha sido una transición demográfica muy rápida, más rápida que la de Europa, y lleva a una aceleración del proceso de envejecimiento de nuestra sociedad”, dice a DW Simone Cecchini, director del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE-División de Población de la CEPAL).

Con una tasa por debajo del nivel de reemplazo, en algunas décadas la población latinoamericana podría dejar de crecer o incluso comenzar a reducirse. Las diferencias entre países se van disipando y convergen en un escenario parecido.

“En un período muy corto, varios países están llegando a fecundidades que se conocen como ultra bajas, por debajo de 1.3. Lo particular en América Latina es que ocurrió muy rápidamente”, indica a DW Wanda Cabella, doctora en demografía y docente de la Universidad de la República, de Uruguay.

La experta señala que “en el último censo, la población de Uruguay prácticamente no creció y las previsiones para los próximos años, si la tendencia sigue, es que la población no va a crecer en términos absolutos, aparte del aporte de la migración”. Estos ingresos han mitigado la caída de la fecundidad en algunos países, perro con el tiempo la tendencia sigue su curso.

La paradoja latinoamericana

Nacen menos personas, pero también viven más tiempo. Latinoamérica, antes catalogada de joven, ahora envejece. La región sigue los pasos de Europa en la caída de los nacimientos, pero el proceso latinoamericano tiene sus particularidades.

Al comenzar este siglo, la tasa ya había bajado a dos hijos en promedio. Sin embargo, la región mantenía una fecundidad adolescente muy alta con respecto al mundo, la segunda después de África. “Es lo que se conoce como la paradoja latinoamericana. Una fecundidad baja total, pero sostenida por una adolescente muy alta, que no bajaba”, apunta Cabella.

La puesta en marcha de programas estatales de prevención y los avances en salud sexual y reproductiva contribuyeron a disminuir el embarazo en este grupo etario y a la fecundidad total que hoy se observa. Esto podría representar un aplazamiento de la llegada del primer hijo hasta etapas posteriores, en que se elevarían en algo las cifras. Sin embargo, no es seguro que estas mujeres opten finalmente por tener hijos.

“Estamos en un momento de cambios. Incluso en países como México y Colombia, en que la fecundidad ya está bastante baja, todavía entre adolescentes hay márgenes para que baje todavía más”, afirma la docente de la Universidad de la República.

Desafíos y éxitos

Una sociedad más envejecida, en que hay más personas en edad de jubilar y menos en edad de trabajar, supone una serie de retos para la economía, las políticas sociales, el sistema de salud, los cuidados de las personas mayores y las pensiones. Esto, en un contexto de familias más pequeñas y con el creciente ingreso de las mujeres al mundo del trabajo.

Ante voces alarmistas por la baja natalidad, Cecchini estima que “es necesario tener una mirada balanceada, porque esto finalmente es el resultado de una historia de éxito: el hecho de que primero haya disminuido tanto la mortalidad infantil, y después que las mujeres tengan mayor empoderamiento y posibilidad de tomar decisiones, estudiar y entrar al mercado laboral, que fue uno de los motores que llevó a bajar el número de hijos y a tenerlos a edad mayor”.

El director de CELADE destaca también el logro del descenso del embarazo en adolescentes y en menores de edad, un grupo en que “la maternidad mayoritariamente no es planificada ni deseada, y muchas veces se mezcla con temas de violencia o de falta de preparación”.

Los expertos coinciden en que los Estados deberían revisar con atención los cambios y las proyecciones en la estructura de la población, y plantear reformas con un enfoque en el bienestar y el desarrollo, sobre todo de los sectores más desfavorecidos. Esto incluye fortalecer los sistemas de salud, de cuidados, pensiones y educación, de acuerdo con la nueva realidad.

Por otra parte, el hecho de que más mujeres se incorporen al trabajo contribuirá a sostener la productividad y las pensiones. Y los presupuestos estatales podrán brindar mayor calidad y servicios a una población infantil más reducida.

¿Políticas pro natalidad?

“En general no funcionan o tienen resultados muy a corto plazo”, señala Cabella sobre las medidas que buscan fomentar los nacimientos mediante incentivos económicos puntuales. No son sostenibles ni efectivas; los gastos y desafíos de la maternidad son más duraderos y van más allá del factor monetario.

En cambio, políticas sostenidas en el tiempo, que encaran diversas dimensiones e incluyen desde transferencias económicas y jornadas escolares extendidas hasta amplias licencias parentales, permiten “mejorar la gestión del tiempo de las mujeres y atender a las personas que tienen problemas de conciliación entre el trabajo y los cuidados familiares”, añade.

“Son medidas positivas porque son antipobreza, pro-género, de mayor igualdad, pero en cuanto a efectos en la tasa de natalidad, su efecto es muy marginal”, observa Cecchini. Más que buscar que nazcan niños, el experto plantea que los Estados deberían apoyar a quienes deciden tenerlos, especialmente si enfrentan dificultades, ya sea biológicas o de incertidumbre económica.

Detrás de los datos demográficos y las nuevas estructuras poblacionales, hay sociedades más urbanizadas y modernas, donde las personas tienen altas expectativas en la vida, buscan la realización personal y enfrentan desafíos económicos. En la búsqueda de las condiciones idóneas para tener hijos, ya sea de pareja o financieras, la decisión se dilata, pero también un segmento optará directamente por no tenerlos.

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