Publicado: mayo 10, 2024
En las últimas horas, el mundo del fútbol lamenta la pérdida de un verdadero ícono: Don Manuel Solano, un liguista de corazón que dejó huella en el deporte y en la vida de muchos. A sus 106 años, su legado perdurará en la memoria de todos aquellos que tuvieron el privilegio de conocerlo.
Nacido el 15 de marzo de 1918 en Tucurrique de Jiménez, Cartago, Don Manuel fue mucho más que un seguidor apasionado de la Liga Deportiva Alajuelense. Casado con Ana María Herrera Luna desde el 6 de diciembre de 1941, fundaron una familia excepcional con 17 hijos, 64 nietos, 69 bisnietos y 15 tataranietos, formando así una verdadera dinastía con 165 descendientes.
A lo largo de su vida, Don Manuel demostró ser un hombre trabajador y multifacético. Desde la agricultura hasta el comercio de productos en San José, pasando por el cultivo del abacá en Matina y la producción de tapas de dulce en Tucurrique, su labor incansable dejó una marca indeleble en cada comunidad en la que vivió. Incluso en sus últimos años, distribuyendo correspondencia para Correos de Costa Rica, siguió siendo un ejemplo de dedicación y compromiso.
Pero su pasión por el fútbol también marcó su trayectoria. Reconocido como un portero destacado en el cantón de Jiménez, su talento lo llevó a ser tentado por equipos como el de Pejibaye, quienes le ofrecieron casa y trabajo para jugar con ellos. Además, su legado trasciende las canchas, ya que es el abuelo del legendario Miguel «Pejibaye» Vargas, quien brilló en La Liga en los años 80 y dejó una huella imborrable en el deporte nacional.
En momentos como estos, nos unimos al dolor de la familia y amigos de Don Manuel Solano. Su partida deja un vacío irreparable, pero su memoria vivirá eternamente en el corazón de quienes tuvieron el privilegio de conocerlo.
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Redacción