Cuando en 2015 salieron a la luz las imágenes de templos y torres en ruinas de la antigua ciudad siria de Palmira, de 2.000 años de antigüedad, el mundo quedó conmocionado.
Destruida por el Estado Islámico, que entonces ocupaba parte de Siria, Palmira fue uno de los numerosos lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO que quedaron aniquilados durante la implacable guerra, como también la ciudad vieja de Alepo y su ciudadela, con uno de los castillos más antiguos del mundo.
Ahora que el régimen de Bashar Al Asad ha caído, llegando a su fin más de 50 años de gobierno de la dinastía Asad, hay esperanzas de poder inventariar el patrimonio cultural de la nación, con el fin de protegerlo e incluso restaurarlo.
La organización alemana World Heritage Watch, por ejemplo, ha pedido al Gobierno de transición, encabezado por la milicia Hayat Tahrir al Sham(HTS), que garantice la protección y conservación del “patrimonio cultural de todos los grupos religiosos y étnicos, y de todos los períodos de la larga historia de Siria”. Pero, ¿cómo hacerlo posible en una época de gran agitación e incertidumbre política?
Contabilizar antigüedades perdidas y dañadas
Arqueólogos sirios y expertos extranjeros se han esforzado por comprender el alcance de los daños sufridos por el patrimonio cultural tras tantos años de conflicto armado. Iniciativas como el Proyecto de Archivo del Patrimonio Sirio, con sede en Berlín, han recopilado y digitalizado cientos de miles de fotografías, películas e informes que documentan los tesoros culturales y naturales de Siria antes y después de la guerra.
Fundado en parte por refugiados sirios que huyeron de su patria, su objetivo último es crear un registro de lo que ha sido arrasado, con el fin de que pueda ser reconstruido cuando llegue la paz a Siria. Según Sherine Al Shalah, investigadora doctoral libanesa-siria de la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia), el saqueo generalizado de antigüedades de los museos sirios no se ha “documentado exhaustivamente”.
Para Nour Munawar, investigador del patrimonio cultural y experto en Siria de la Universidad de Ámsterdam y la UNESCO, tecnologías como las imágenes por satélite y la teledetección han permitido a los expertos en patrimonio evaluar parcialmente el “tipo y alcance de los daños”, que incuyen “pillaje, excavaciones ilícitas y tráfico” de objetos culturales, explica a DW.
La extensión del conflicto ha limitado cualquier recuento completo de las pérdidas del patrimonio cultural sirio, subraya, por su parte, Lucas Lixinski, profesor de Derecho Global y Público en la Universidad de Nueva Gales del Sur. “La información siempre es incompleta y a menudo depende de que haya personas que arriesguen su vida para acceder a los yacimientos”, explica.
Además, las excavaciones ilegales de antigüedades, en las que se abrieron yacimientos “sin documentación alguna”, formaban parte de un mercado clandestino que financió en parte la guerra, explica. “El país parece encaminarse hacia una mayor estabilidad”, constata Lixinski. Sin embargo, cualquier esfuerzo por rastrear y recuperar los artefactos saqueados “aún podría llevar algunos años”.
Trabajo con la sociedad civil
En opinión de Sherine Al Shallah, si el HTS y el nuevo Gobierno sirio posterior a Al Asad consiguen proteger el patrimonio cultural de la nación, será vital que la propia sociedad civil siria decida sobre el proceso de restauración de acuerdo con su identidad única. “El patrimonio cultural es la contribución de determinados pueblos al mundo, y estos pueblos son los mejores para cuidarlo y tienen derecho a acceder a él, disfrutarlo y transmitirlo a las generaciones futuras”, subraya la experta.
“Corresponde al pueblo sirio decidir quién quiere ser”, indica, por su parte, Lucas Lixinski. “Decidir quién quiere ser Siria dará a las autoridades un mayor sentido de qué patrimonio conservar tal como está, qué patrimonio restaurar y qué patrimonio dejar escapar”. No obstante, las organizaciones de la sociedad civil siria en el sector del patrimonio son “casi inexistentes”, señala Nour Munawar. De momento, oenegés extranjeras y expertos en patrimonio cultural de la UNESCO tendrán que prestar recursos y ayuda financiera para garantizar que en la era post-Asad se pueda seguir documentando, preservando y reconstruyendo.
Al Shalah subraya que no hay que limitarse al “patrimonio material estético», sino que es necesario ampliar el patrimonio cultural a lugares que son “registros del genocidio”. “Sitios en Siria como la prisión de Sednaya deben ser considerados para su protección”, destaca Al Shalah sobre la tristemente célebre cárcel conocida por sus celdas de tortura. Su conservación serviría “como testimonio de las experiencias de los presos políticos de Siria, Líbano y otras partes, bajo un régimen brutal que restringió los derechos fundamentales a la libertad de expresión y asociación, y el derecho a no sufrir torturas ni tratos inhumanos”.
(ms/ers)