El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, recibió el alta y abandonó este domingo el hospital de Sao Paulo donde convalecía desde que fue operado el martes de emergencia por una hemorragia intracraneal.
“Estoy aquí entero (…) volviendo a casa tranquilo”, dijo el mandatario de 79 años en una rueda de prensa de su equipo médico en el Hospital Sirio-Libanés.
Lula fue operado con éxito el martes en Sao Paulo por un hematoma cerca del cerebro derivado de un golpe sufrido hace casi dos meses.
Dos días después se sometió a una nueva intervención complementaria, prevista en el protocolo según los médicos, para minimizar el riesgo de nuevos sangramientos.
El mandatario podrá retomar sus actividades, aunque los próximos 15 días serán de “más cuidado”, dijo en la rueda de prensa el cardiólogo Roberto Kalil, uno de los médicos que lo atendió en el hospital.
Lula deberá seguir en casa en Sao Paulo hasta el jueves, cuando se someterá a una tomografía de control. Luego podrá volver a Brasilia y continuar su agenda de compromisos.
“La única restricción es el ejercicio físico”, dijo Kalil.
Otra de sus médicos, Ana Helena Germoglio, afirmó que la recuperación de Lula “superó extremadamente lo esperado”.
– “Confieso que me asusté” –
El líder brasileño, conocido por su ritmo frenético de trabajo, irrumpió sin aviso en la rueda de prensa y se acercó a los micrófonos, caminando sin asistencia junto a su esposa Rosangela ‘Janja’ da Silva.
Agradeció a Dios por cuidarlo “tan generosamente” tras el nuevo incidente, que se suma a un historial de problemas de salud, como un cáncer de laringe en 2011 y una operación de cadera el año pasado.
Vestía una chaqueta y un sombrero que le tapaba las secuelas de la intervención quirúrgica.
Aunque se lamentó de dolores en la cabeza por la cirugía, el casi octogenario, en la mitad de su tercer mandato, dijo tener “la energía de un treintañero y la fuerza de un veinteañero”, un lema repetido en su campaña.
Aún así señaló que no viajará a la playa para pasar las fiestas de fin de año, un hábito de muchos brasileños.
“Nunca pienso que voy a morir, pero tengo miedo, entonces necesito cuidar la disciplina”, dijo.
El último periplo hospitalario de Lula comenzó el lunes cuando se quejó de dolores de cabeza, mientras sentía que sus pasos “se ralentizaban, tenía los ojos enrojecidos y mucho sueño”, según dijo a los periodistas.
Luego de que una tomografía detectó una “hemorragia intracraneal” fue trasladado de emergencia al Hospital Sirio-Libanés, el mejor centro de salud del país.
“Confieso que me asusté por el volumen de crecimiento del líquido en mi cabeza. Quedé preocupado por la urgencia” de llevarlo al hospital, dijo el presidente.
La hemorragia que obligó a su hospitalización es producto de la caída que sufrió el 19 de octubre, en la que se golpeó la parte trasera de la cabeza.
El accidente ocurrió cuando se cortaba las uñas de las manos sentado sobre un banco en el baño de la residencia presidencial en Brasilia, detalló este domingo, señalando que el golpe le hizo “bastante daño” en la cabeza.
En las semanas siguientes, canceló viajes al exterior, pero mantuvo sus compromisos en Brasil y el 18 y 19 de noviembre fue anfitrión de la cumbre del G20 en Rio de Janeiro.