Esta elección es una sensación, aun cuando su nombre haya sido mencionado reiteradamente como posible sucesor del papa Francisco. Por primera vez, un cardenal de Estados Unidos ha sido elegido Sumo Pontífice de la Iglesia católica.
En los tiempos del presidente Donald Trump y su nuevo orden internacional, un estadounidense será su contraparte en el Vaticano. El nuevo papa, el primero que después de más de un siglo elige el nombre de León, proviene originalmente de Chicago. Allí nació el 14 de septiembre de 1955. Tras su ordenación sacerdotal, en 1982, abandonó Estados Unidos, donde nunca volvió a vivir períodos prolongados.
Director de la Orden de San Agustín
Desde 1977 pertenece a la Orden de San Agustín, a cuyo noviciado se incorporó en ese entonces. Desde mediados de la década de 1980 hasta comienzos de la del 2000 realizó diversas funciones en Perú, temporalmente como profesor de teología y finalmente como superior provincial de los agustinos en el país.
En 2001 se trasladó a Roma, donde fue prior general de la Orden de San Agustín. Allí residió en un imponente complejo arquitectónico, ubicado directamente tras las columnas de la Plaza de San Pedro.
Pero los caminos de Robert Prevost habrían de llevarlo nuevamente a Perú, a la región más pobre del país. En 2014, el papa Francisco lo nombró obispo y en 2015, obispo titular de Chiclayo.
Contactos regulares con el Vaticano
Ya en 2019 y 2020, Francisco incorporó a Robert Prevost en dos importantes congregaciones del Vaticano. Eso implicó para el obispo sostener regularmente contacto con la Santa Sede. El siguiente paso lo dio en 2023, cuando fue nombrado prefecto del Dicasterio para los Obispos, un organismo importante en la Iglesia, y presidente de la Comisión Pontificia para América Latina. En su último Consistorio, en diciembre de 2024, el Papa lo hizo cardenal.
Es inusual que, tan solo cinco meses después, haya escalado al sitial más alto de la Iglesia católica. Los periódicos italianos, sin embargo, ya lo clasificaban como un candidato y lo elogiaban como un “mediador estadounidense” que, según el diario La Stampa, podría convertirse en “la sorpresa del cónclave”. Según el rotativo, Prevost conjuga “rigurosidad doctrinaria, sensibilidad pastoral y una visión misionera del Evangelio”.
Un conocedor del sistema
La elección de Prevost, sin duda, no marca un giro con respecto a la era de Francisco. En muchos aspectos, especialmente en asuntos sociales, seguirá la huella de su antecesor. Pero, en otros aspectos, se ha posicionado con mayor claridad. En el polémico tema de la ordenación de mujeres, ha advertido que la Iglesia debe ser distinta de la sociedad. Considera que la ordenación femenina no soluciona necesariamente un problema, sino que podría ocasionar uno nuevo.
Tras Bergoglio, que en no pocas ocasiones parecía un cuerpo extraño en el Vaticano y justamente era tan apreciado afuera por eso, llega ahora alguien que conoce el sistema por dentro. Un estadounidense que realmente no es un típico estadounidense. Resultará interesante ver cuán consecuentemente se mantendrá en la senda de Francisco.
Por delante está, por ejemplo, el gran proyecto del Sínodo Mundial del antecesor de León XIV. Aproximadamente un mes antes de su muerte, el Vaticano anunció -con la venia del Papa- la prolongación de este proceso reformista hasta octubre de 2028.
Una sombra sobre el pontificado
Prevost fue uno de los 55 cardenales del cónclave que estuvieron el Sínodo Mundial en octubre de 2023 y octubre 2024.
Pero, por estos días, también se habló de Prevost en otro contexto. Se lo ha acusado de encubrimiento de abusos en el Vaticano. El miércoles, poco antes de que los cardenales se reunieran en la Capilla Sixtina, la organización de origen estadounidense “Survivors Network of Those Abused by Priests” (SNAP) reiteró ante periodistas sus acusaciones contra seis destacados cardenales. Entre ellos, Prevost.
Al igual que otros cardenales, el estadounidense rechazó los reproches, sin entrar en cuestiones concretas. Peter Isely, de la directiva de SNAP, había advertido previamente de elegir como papa a uno de los que la organización acusa, indicando que el nuevo Pontífice debe por fin llevar a la práctica seriamente la “política de cero tolerancia”, proclamada por su antecesor.