Un estudio publicado en la revista Scientific Reports, sobre descendientes de mujeres que sobrevivieron a una masacre en Siria en 1982, muestra la transmisión genética del ‘estrés’ a través de generaciones, fenómeno hasta ahora solo documentado en animales.
“Los investigadores descubrieron en nietos de sobrevivientes de la masacre de Hama [ciudad en el centro de Siria] 14 áreas en el genoma que fueron modificadas en respuesta a la violencia que sus abuelas experimentaron”, indica un texto sobre el estudio publicado por la Universidad de Florida, en Estados Unidos.
“Esas 14 modificaciones demuestran que cambios epigenéticos [modificaciones en las características de un organismo que no resultan de alteraciones en la secuencia de ADN] inducidos por el ‘estrés’ pueden realmente aparecer en generaciones futuras”, añade el documento de la universidad.
En febrero de 1982, una masacre ordenada por el entonces presidente sirio Hafez al-Assad para reprimir una revuelta en Hama causó entre 10.000 y 25.000 muertos, la mayoría civiles, según la organización Amnistía Internacional. La ciudad estuvo sitiada durante cerca de un mes mientras era bombardeada y las personas eran objeto de tortura y ejecuciones sumarias, existiendo efectos del ataque en los genes de familias sirias.
Marcadores epigenéticos: huellas del trauma en el ADN
“Los nietos de mujeres que estaban embarazadas durante el asedio –nietos que nunca experimentaron tal violencia– cargan marcas de esta en sus genomas”.
La autora principal del estudio, Connie Mulligan, profesora de Antropología e investigadora del Instituto de Genética de la Universidad de Florida, defiende que “la idea de que el trauma y la violencia pueden tener repercusiones en las generaciones futuras debería ayudar a las personas a ser más empáticas y a los tomadores de decisiones a prestar más atención al problema de la violencia”.
“Puede incluso ayudar a explicar algunos de los ciclos intergeneracionales de abuso, pobreza y trauma, aparentemente inquebrantables, que existen en todo el mundo, incluyendo en Estados Unidos”, añade, citada en el comunicado.
Sabiendo que los genes humanos no pueden ser alterados por experiencias de vida, pero que en respuesta al ‘estrés’, por ejemplo, las células pueden añadir pequeños marcadores químicos a los genes que pueden modificar su comportamiento, Mulligan y su equipo buscaron esas señales químicas en los genes de familias sirias.
Metodología y población del estudio transgeneracional
La científica trabajó con la bióloga molecular Rana Dajani, de la Universidad Hachemita, de Jordania y con la antropóloga Catherine Panter-Brick, de la Universidad de Yale, en EE. UU., en la investigación que involucró a tres generaciones de inmigrantes sirios en Jordania.
Algunas familias vivieron el ataque de 1982 contra Hama antes de huir al país vecino y otras la reciente guerra civil en Siria contra el régimen de Bashar al-Assad, hijo del responsable de aquella masacre.
Las investigadoras recolectaron muestras de mujeres que estaban embarazadas durante los dos conflictos y de sus descendientes, es decir, de personas que sufrieron violencia en diferentes etapas de desarrollo.
El grupo de control integraba familias que emigraron a Jordania antes de 1980, evitando décadas de violencia en Siria.
Dajani, hija de refugiados, trabajó en estrecha colaboración con la comunidad de sirios en Jordania para conseguir muestras de ADN de 138 personas de 48 familias.
Implicaciones para la salud y otras formas de violencia
El estudio permitió descubrir “21 sitios epigenéticos en los genomas de personas que experimentaron directamente la violencia en Siria”.
Según las investigadoras, personas expuestas a la violencia cuando aún estaban en el útero de las madres mostraron signos de envejecimiento epigenético acelerado, un tipo de envejecimiento biológico que puede estar asociado a la susceptibilidad a enfermedades relacionadas con la edad.
“Pensamos que nuestro trabajo es importante en relación con muchas formas de violencia, no solo a la sufrida por refugiados. La violencia doméstica, la violencia sexual, la violencia armada”, dijo Mulligan, defendiendo que “la cuestión debe ser estudiada y tomada en serio”.